Lenguaje inclusivo
Marián dice en el prólogo de su ensayo alusivo: “Mi intención con el trabajo, va en la línea de demostrar que históricamente el lenguaje ha dado lugar en principio a lo femenino. Lo ‘masculino’ se ha dado por descarte. Estoy haciendo una investigación desde el indoeuropeo. Ya que esta protolengua usada hace miles de años, constaba de dos géneros: uno para los seres animados y otro para los inanimados. Consideraban importante diferenciar entre lo que se movía y lo que no.
Conforme pasó el tiempo después esa división primitiva en el indoeuropeo al género particular de los seres animados se le sumó uno nuevo: el género femenino. Al principio era ‘mujer niño’ o ‘hembra perro’, operando como una forma independiente, yuxtapuesta, de nombrar a lo que evolucionaría en hembras y mujeres. Los hablantes de aquel idioma empezaron a considerar trascendental la diferencia de sexos entre personas y animales, sobre todo por la capacidad de uno de ellos para alumbrar descendencia, la mujer.
Francisco Rodríguez Adrados afirmaba que no es que el masculino ‘invada’ al femenino, es que hay masculino general, indiferente al sexo, y un masculino sexuado, que históricamente procede de una polarización frente al sexo femenino. Este es el nuevo género-sexo que se creó, el femenino, como punto de partida para oponerle un masculino. A lo que voy con todo esto, es que el lenguaje evoluciona según las necesidades por cubrir.
Por lo tanto el lenguaje inclusivo no tiene mayor trascendencia porque sólo lo están creando y usando un grupo de personas sin un conocimiento histórico del lenguaje, y como ‘solución’ muy superficial a un cambio que aún no ocurre. Y que además el lenguaje ya había solucionado”.
Acaba de nacer una nueva clasificación sexual qué añadir a las de siempre: neutro. Distinta a su vez, creo, de gay y lesbiana. Cuando estudiábamos gramática elemental, al hablar de los géneros en castellano se detallaban seis: masculino, femenino, neutro, común, epiceno y ambiguo. Eran clasificaciones lingüísticas. Pero con la aparición del ‘sexo neutro’, y dada la doctrina dominante de que el sexo no es algo natural sino que cada uno lo elige, no faltará quien reclame ser inscrito, no sólo como ‘neutro’, sino incluso como ‘común’, ‘epiceno’ o ‘ambiguo’.
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La gramática española nos indica que el género de los sustantivos es masculino (el coche) o femenino (la moto).
A veces tomamos la raíz de la palabra para formar el género, por ejemplo, amig- y luego añadimos la desinencia -o/a: amigo y amiga. Otro ejemplo de raíz + desinencia es conde y condesa.
En ocasiones recurrimos a la heteronomía, que es designar el género de los sustantivos con palabras diferentes que no comparten la raíz, como en hombre y mujer.
Luego, hay otras palabras que no tienen un género en concreto, sino que se utiliza la misma palabra para hablar en femenino y en masculino.
1. Sustantivos comunes en cuanto al género
Cuentan con una única forma para designar el masculino y el femenino. Lo que determina el género es el determinante o adjetivo que los acompaña.
2. Sustantivos epicenos
Tienen un género gramatical masculino o femenino pero designan a ambos sexos. No es tan confuso como parece, Epicenos masculinos:
Personaje: El personaje principal, Eva, aparece desde el primer capítulo.
Vástago: Los vástagos comienzan a aparecer en primavera.
Epicenos femeninos:
Víctima: La víctima era un hombre de cincuenta años.
Avispa: La avispa que me picó era macho.
3. Sustantivos ambiguos en cuanto al género
Son los que podemos usar con determinantes y adjetivos en masculino y en femenino sin alterar el significado. La elección del masculino o el femenino dependerá del registro, la zona en la que se hable o simplemente una cuestión personal. Se trata de sustantivos que designan seres inanimados.
En la mayoría de las ocasiones, el contexto del discurso te ayudará a elegir cada opción, pero está bien saber que la gramática española distingue diferentes géneros además del masculino y femenino.