Lecciones de Periodismo II
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@fopinchetti
SinEmbargo.MX
La información difundida por el diario Reforma hace unos días sobre la venta que el hijo de Manuel Bartlett Díaz hizo al IMSS-Hidalgo por asignación directa de 20 ventiladores respiratorios en 31 millones de pesos, y que causó una nueva explosión de enojo del Presidente de la República, sirve como ejemplo para repasar someramente la actividad periodística, que parece no entender el Mandatario al pretender darnos otra vez lecciones de periodismo.
No es la primera vez, por supuesto. Lo hace de manera casi cotidiana, sobre todo frente a informaciones que le son o supone adversas. Particularmente lo hizo hace nueve meses, cuando en julio de 2019, aquí lo referimos, regañó a la revista Proceso porque se ha “portado mal” con él; difamó al portal SinEmbargo por publicar una información sobre la estancia del hijo menor del mandatario en un centro de veraneo ultra fifí de San Luis Potosí; descalificó por enésima ocasión al diario Reforma y exigió al periódico británico Financial Times disculparse por solapar la corrupción neoliberal en México.
Ante esos afanes es bueno repasar el librito, como diría Vicente Leñero en referencia a su Curso de Periodismo por Correspondencia, publicado luego como manual, cuyas primeras cuatro de 40 lecciones dedicaba precisamente a definir y diferenciar los géneros periodísticos. Ese es el ABC de nuestra chamba.
De manera sucinta, podemos catalogar esos géneros en dos grandes y bien definidos campos: los géneros informativos, por un lado, y los géneros de opinión, por el otro. Así de claro y tajante.
Los géneros informativos son: la nota informativa, la entrevista, la crónica y el reportaje. Básicamente son los instrumentos con que cuenta el reportero para hacer su trabajo, cuya obligación es informar. En ellos está vedado opinar.
Los géneros de opinión, en cambio, son como su nombre lo indica, aquellos en los que el respectivo autor analiza y emite apreciaciones personales sobre los hechos. Básicamente son tres: el editorial, el artículo y la columna, como ésta.
Quienes escriben esos textos no son reporteros en activo, sino analistas, comunicadores, especialistas, que deben tener la libertad de expresar sus ideas.
Pienso que está claro, ¿o no?
Dada su naturaleza, los géneros informativos pueden ser desmentidos, si la información que proporcionan es inexacta, incompleta o falsa. Tiene ese sentido el famoso derecho de réplica que compete a quien se sienta agraviado.
Las opiniones son otra cosa. En su caso, pueden ser rebatidas por el aludido, o por cualquiera otra persona que esté en desacuerdo, que al hacerlo recurre a argumentos y aclaraciones, a sus puntos de vista.
En el caso que tomamos como ejemplo se trata de una nota informativa cabal referida a una investigación periodística realizada por dos reporteros de la organización civil Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI). Reforma prácticamente se limita a reproducir el texto de Laura Sánchez y Raúl Olmos, los autores de la investigación, sin ningún agregado o comentario.
La nota, como el reportaje original, es periodísticamente impecable. Aporta datos documentados, puntuales; hechos comprobados, referencias fundamentadas. No hay un solo adjetivo en el texto. Tampoco inferencias y menos opiniones.
Es obvio que molestó al Presidente. Las implicaciones que la información tiene para un miembro destacado de su gabinete, reiteradamente cuestionado y reiteradamente defendido por él, le pegan. Calientan, diría él. Pero son hechos irrefutables y no los pudo desmentir, sobre todo después de que la habían confirmado el IMSS y el propio empresario involucrado, León Manuel Bartlett Álvarez.
Andrés Manuel recurrió por eso a otra de sus especialidades: la descalificación. Primero se lazó contra la fuente, el MCCI, al que llamó burlón “Mexicanos a favor de la corrupción” y su dirigentes, Claudio X. González, a quien agredió e insultó al cuestionar su honestidad y acusarlo de haber callado y solapado en otros tiempos la corrupción gubernamental.
Olvidó el Presidente que en septiembre de 2017, en pleno Gobierno de Enrique Peña Nieto, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, en asociación informativa con el portal Animal Político, reveló un sistema de 128 empresas fantasma a través de las cuales el Gobierno federal desvió más de 7 mil 670 millones de pesos a través de una red de desvíos de dinero que involucró a 11 dependencias del Estado, ocho universidades públicas, diversas empresas privadas y más de 50 servidores públicos de distintos niveles de Gobierno. Una investigación que ha merecido reconocimientos internacionales.
Retomó López Obrador luego su andanada, sin aportar elemento de prueba o constancia alguna, contra el periódico Reforma, sus dueños, sus patrocinadores, todos por supuesto al servicio de los gobiernos corruptos del pasado, neoliberales y adversarios del cambio. Nomás le faltaron los lectores.
Iracundo, arremetió:
“Todo tiene su explicación, y no es censura, es nada más aclarar, informar, dar elementos para que nadie sea sorprendido. Los patrocinadores del Reforma eran los dueños del país, se sentían los todopoderosos, eran los que hacían los grandes negocios al amparo del poder público, eran los que no pagaban impuestos y ahora pues están molestos, inconformes”.
En suma, volvió a los ataques arteros contra la prensa que no es militante incondicional de su proyecto, contra los reporteros en este caso que ejercen profesionalmente su misión y a quienes cotidianamente descalifica y acusa de corruptos y “chayoteros” sin distinción. A pesar de su evidente ignorancia sobre el quehacer periodístico, lo digo con todo respeto por supuesto, nuevamente confunde los géneros a su favor y se erige como profesor para enseñarnos a trabajar, desde el púlpito de Palacio Nacional. Lo bueno que no hay censura. Válgame.