Lecciones bolivianas
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Roberto Blancarte
roberto.blancarte@milenio.com
El problema central de Evo Morales y de sus seguidores es haber asumido que él era, literalmente, indispensable; que nadie más tenía la capacidad de dirigir el país. Y que un liderazgo personal podía y debía sustituir a las instituciones. ¿Le suena?
He estado en Bolivia varias veces. La última fue a fines de julio, cuando se iniciaban las campañas políticas para la elección presidencial que tuvo lugar en octubre. Pude platicar con partidarios de uno y otro bando y no me parece que puedan ser clasificados como progresistas y conservadores. No es eso lo que los separa. En realidad, la división radica en otros aspectos y el principal es la pretensión de Evo Morales de prolongar su permanencia en el poder más allá de lo que la propia Constitución le permitía.
Estoy convencido de que Evo Morales hizo mucho por Bolivia. El solo hecho de incorporar al mundo indígena a los andamios del poder y lo que eso significó en el imaginario social es una contribución enorme. Me acuerdo de una plática muy interesante al respecto con la Ministra de Justicia, una “cholita” (indígena vestida con su tradicional pollera y sombrerito), que había dirigido el sindicato de empleadas del hogar.
Evo hizo también crecer en promedio 4.5 por ciento al PIB durante su gestión. En La Paz hay un extraordinario y modernísimo sistema de transporte público a base de líneas de teleféricos que atraviesan toda la ciudad. Pero (y éste es el gran pero) en cada una de las estaciones hay una enorme fotografía del líder indígena, lo que muestra un conspicuo culto a la personalidad, tan dañino a largo plazo.
Evo quiso eternizarse en el poder. Pero el problema no es nada más él. Sus seguidores, incluso los más jóvenes, no se imaginan un gobierno sin el dirigente social. Y nunca pensaron en un sucesor y ni ellos ni Evo dejaron que alguien más llegara. Centraron todo en un hombre, un salvador. ¿Le suena?
¿Golpe de Estado o rebelión popular apoyada por Policía y Ejército? No lo sé y además esto todavía no acaba.
Pero veamos cómo fue. Evo primero ganó la elección en 2006. Luego, bajo el argumento de que tenían nueva Constitución, se volvió a presentar. Fue nuevamente electo en 2010 a pesar de repetidas promesas de que se iría a su casa en cuanto acabara su mandato. ¿Le suena? Después, firmó solemnemente que ya no intentaría reelegirse. ¿Le suena? En febrero de 2016, ya en su tercer mandato, perdió sin embargo el referéndum sobre si debía o no presentarse para una reelección más, pero ignoró el resultado, a pesar de haber prometido en varias ocasiones que en caso de perder se retiraría al finalizar su periodo en enero de 2020. ¿Le suena? A la hora de la hora, sin embargo, acudió al Supremo Tribunal Electoral (controlado por él a través del Legislativo y al que se califica en Bolivia como “el cuarto poder”), alegando violación a sus derechos políticos y éste le concedió en 2017 presentarse como candidato las veces que él quiera.
Las instituciones democráticas, copadas y al servicio de Evo. ¿Le suena?
Luego, vinieron las fallidas elecciones, con las serias acusaciones de fraude y el desenlace que, sin esa ambición, también se pudo haber evitado.