Las mariposas son libres

Rodolfo Díaz Fonseca
28 junio 2024

Corro el riesgo de que esta columna sea considerada una especie de obituario; sin embargo, son tantas las personas representativas o cercanas que fallecen, que no puedo menos que expresar mi afecto y solidaridad.

No considero la muerte como un dolor acerbo e infructuoso, pero sí valoro en su justa dimensión y magnitud ese instante postrer; tal vez, porque en esta etapa de adulto mayor la siento más cercana y presente. No la considero un momento fatal, aunque sí me arrepiento de no haber hecho todas las obras buenas que debería; es, simplemente, el desenlace, el término, el punto final de esta existencia terrena, como acentuó Elizabeth Kübler-Ross, en su libro La rueda de la vida:

“Cuando hemos realizado la tarea que hemos venido a hacer en la Tierra, se nos permite abandonar nuestro cuerpo que aprisiona nuestra alma al igual que el capullo de seda encierra a la futura mariposa. Llegado el momento, podemos marcharnos y vernos libres del dolor, de los temores y preocupaciones; libres como una bellísima mariposa, y regresamos a nuestro hogar, a Dios”.

Sí, las mariposas son libres, como se llamó una obra de teatro hecha película, en 1972. Pero la frase es anterior y pertenece a Charles Dickens, en su obra La casa desolada, publicada en entregas entre 1852 y 1853, donde hace decir a Harold Skimpole, personaje egocéntrico y aniñado: “Yo solo pido ser libre. Las mariposas son libres. La humanidad seguramente no negará a Harold Skimpole lo que concede a las mariposas”.

Retornando al inicio, se despidieron últimamente de este mundo: Elisa Lizárraga: escasa en estatura física, pero gigante en alegría espiritual; Lupita Arce: valiente y discreta; José Carlos Rodarte: diligente empresario y amante del arte; Juan Calderón: compañero de juventud.

¿Soy libre como las mariposas?