Las expectativas y retos de Mario Delgado frente a la SEP
Finalmente concluyó la espera para conocer quién estaría a cargo de la Secretaría de Educación Pública. De los diversos nombres que se mencionaban para ocupar este puesto de relevancia estratégica para el País, la Presidenta electa decidió nombrar a Mario Delgado Carrillo, quien recientemente había fungido como presidente de Morena y tiene una idea clara de dar continuidad al proyecto obradorista, incluso después de haber promovido la reforma educativa de 2013. Asimismo, como mencionó recientemente, buscaría mantener una estrecha relación con los liderazgos sindicales.
La decisión de elegir a Mario Delgado generó inconformidad entre algunos académicos, investigadores y figuras educativas, quienes consideran que no posee el perfil adecuado para enfrentar los grandes retos que persisten en la educación. Las expectativas para un Secretario de Educación Pública son inmensas, pero responden a la urgente necesidad de un futuro mejor para las niñas, niños y jóvenes.
Se espera que esta figura tenga una alta vocación y compromiso con el derecho a aprender, e impulse una visión a largo plazo pensando en el presente y futuro de las próximas generaciones. Esto implica reconocer los problemas educativos y tomar decisiones basadas en evidencia, así como voluntad política para asumir el compromiso con responsabilidad. Un Secretario de Educación debe ser capaz de escuchar las voces de las comunidades escolares, así como las de organizaciones y personas con puntos de vista diferentes. Este liderazgo, vinculación y apertura al diálogo permitirán la construcción de un sistema educativo mejor.
Mario Delgado tendrá entonces numerosos retos que resolver para garantizar el derecho a aprender de los estudiantes en México. Entre ellos, el hecho de que solamente 28 de cada 100 estudiantes que ingresan a la primaria alcanzan la educación superior, o que, de acuerdo con la prueba PISA, dos de cada tres estudiantes que en 2022 tenían 15 años no lograron realizar operaciones matemáticas simples y uno de cada dos no pudo comprender lo que lee.
El nuevo titular de Educación tendrá el reto de atender las necesidades de infraestructura de un sistema educativo con 26 mil 463 escuelas de educación básica y media superior sin electricidad; 56 mil 109 sin agua; 43 mil 558 sin lavamanos; y 5 mil 950 sin sanitarios. Asimismo, deberá fortalecer la transparencia y rendición de cuentas para proporcionar información oportuna y pertinente sobre los recursos que llegan a las escuelas y la forma en que se ejercen para mejorarlas.
Tendrá en sus manos cumplir con la promesa de la revalorización docente, impulsar el fortalecimiento de las escuelas formadoras, garantizar que los mejores docentes lleguen a las aulas y a puestos directivos, y brindar formación continua adecuada para las necesidades específicas de las figuras educativas. Difícil de creer, pero en 2024 solamente se le destinaron 96 pesos para fortalecer el desarrollo profesional de cada docente, y La Nueva Escuela Mexicana tiene una deuda con el acompañamiento y preparación de los maestros que no ha sido resuelta.
Tampoco puede dejarse de lado la necesidad de impulsar evaluaciones de aprendizaje y socioemocionales que permitan medir el avance o retroceso de los estudiantes y el sistema educativo. De esta manera, será posible ajustar, mejorar y brindar atención donde más se necesita, y hacer esfuerzos para que el aprendizaje incluyente se vuelva una realidad.
Si Claudia Sheinbaum quiere ser recordada como la Presidenta de la educación, no puede permitirse que Mario Delgado llegue con la misma actitud inflexible que mostró respecto a la reforma educativa de 2013 donde señaló que no quedaría ni una coma, luego de haber sido uno de sus impulsores. Esa cerrazón no permitiría dialogar, consensuar y escuchar las voces que durante todo el sexenio de López Obrador fueron ignoradas. Esta es la oportunidad para cambiar; es la oportunidad de que demuestren que, en sus manos, aprender sí importa.