Las ciudades importan

Greenpeace
23 noviembre 2021

Las ciudades importan por un montón de razones. Su relevancia económica posiblemente es algo que venga a la mente rápidamente. También está la concentración de población y su poder político. ¿Qué hay de su impacto ambiental? Evidentemente es enorme la forma en que las ciudades transforman los ecosistemas en espacios de cemento. Los impactos en el suelo, el aire, el agua y el clima repercuten directamente en quienes habitamos las ciudades. Como ejemplo, las Naciones Unidas nos dicen que está claramente documentado como la contaminación del aire mata a siete millones de personas al año en el mundo.

Las ciudades han sido espacios privilegiados en inversión y permiten una vida más cómoda para sus habitantes (siempre y cuándo tengan los ingresos para pagarla), pero también se han convertido en espacios que contribuyen y son vulnerables a la crisis climática. En las ciudades los extremos de temperatura son agravados por ser islas de calor debido al dominio del cemento por encima de la vegetación. Es por esto que tienen una tarea impostergable: reducir sus emisiones contaminantes y adaptarse a la realidad de esta crisis climática.

Un elemento indispensable a revisar es la relación que las ciudades tienen con el agua. La forma en que hemos “resuelto” la demanda de agua en las ciudades tiene graves impactos ambientales y sociales. La sed de las ciudades ha provocado la sobreextracción y saqueo del agua de otras regiones castigando a los ecosistemas y las comunidades que también la necesitan. Esto sumado a la intervención en el territorio donde los ecosistemas naturales casi desaparecen en las ciudades, los suelos son sustituídos por cemento y los árboles son limitados a pequeños espacios confinados, provoca que la ruta del agua -eso que conocemos como su ciclo- también sea fuertemente modificado. En las ciudades, la infiltración del agua está fuertemente limitada por la impermeabilización que representan las calles y construcciones. Lo que se considera “ideal” es que cuando llueve, el agua vaya rápidamente al drenaje, no hay espacio para que escurra y se infiltre. Además, la reducción dramática de la vegetación provoca también una reducción en la humedad pues las plantas son parte del ciclo del agua moviendo el agua del suelo a la atmósfera al transpirar.

Ahora con la crisis climática, las ciudades importan porque requieren hacer cambios sustanciales para reducir su impacto al entorno directo y también lejano, reduciendo su voracidad de consumo energético, de bienes materiales y de agua, al tiempo que se adaptan, asegurando su viabilidad en un mundo más cálido. Esto significa, entre otras cosas, abrir espacio al agua recuperando ríos, lagos, humedales que le permitirán mayor resiliencia frente a inundaciones y sequías así como reducir el efecto de isla de calor. También se requiere conservar y restaurar los ecosistemas que las rodean. Evitar que la voracidad inmobiliaria siga invadiendo bosques, pastizales, humedales y demás ecosistemas.

Como habitantes de las ciudades tenemos la responsabilidad de empujar estos cambios con las autoridades y también los cambios en nuestras colonias que ayuden a mantener y mejorar nuestros espacios verdes y recuperar cuerpos de agua. Empujar por extender programas de captación de agua de lluvia, tratar y reaprovechar el agua localmente, asegurar la distribución justa y equitativa del agua en las colonias que tradicionalmente tienen acceso limitado para que el disfrute de la ciudad pueda ser una realidad para toda la gente que la habita. A este conjunto de acciones es a lo que llamamos la recuperación de la cuenca y es lo que estamos empujando un conjunto de organizaciones agrupadas en el Colectivo Agua y Clima.

Claudia Campero es Estratega de Movilización Urbana de Greenpeace México