La viudez

Guillermo Osuna Hi
23 junio 2024

“Yo soy la viudita de Santa Isabel, me quiero casar y no hallo con quién...El mozo del cura me manda un papel, y yo le mando otro con Santa Isabel... Mi madre lo supo, qué palos me dio; ¡mal haya sea el hombre que me enamoró!”

Los versos citados forman parte de una versión de la vieja canción La viudita, misma que utilizo como introducción en mi comentario sobre el Día Internacional de las Viudas, decretado por la Organización de la Naciones Unidas, fijado para el día 23 de junio de cada año, conmemoración que se mantiene ajena a los intereses comerciales, a pesar de que la primera dedicación se realizó el 21 de diciembre del 2010, cambiando de fecha en el año 2011 para quedar anclada en este día.

La evocación tiene como propósito llamar la atención sobres los problemas que enfrentan las mujeres viudas y los prejuicios sociales en las que se ven envueltas, los cuales, en no pocos casos, las atan a lutos interminables, bien sea por voluntad propia o por costumbres dentro de la comunidad a la que pertenezcan, en las que no es extraño que también se vean en situaciones de represión como lo describe la canción citada, ante un nuevo enamoramiento de la viudita: “Mi madre lo supo, qué palos me dio...”

Si bien es cierto que, en nuestro país, especialmente en los centros urbanos, ha disminuido la marginación social de las viudas, en otros países como, por ejemplo, en la India, la mujer viuda sufre del desprecio social, al grado de no permitirles un nuevo casamiento y de ser consideradas como impuras.

A una viuda joven y con hijos, no le resulta fácil volver a contraer matrimonio, sobre todo, con un hombre que no les lleve mucha edad; otras más, deciden guardarle lealtad al caído, y en edades ya maduras, le encuentran sentido a la innegable libertad que les acarrea la viudez y deciden guardar ese estatus por el resto de su vida. De hecho, conozco grupos de señoras mayorcitas que tienen vida social activa, que se autodenominan viudas felices.

Según estimaciones de la ONU, al 2020 había alrededor de 258 millones de viudas en el mundo y de acuerdo al conteo del Inegi, correspondiente a ese mismo año, en nuestro país, había alrededor de 3.8 millones de féminas enlutadas. Cifras que, a nivel mundial, obviamente se han incrementado con los decesos naturales o accidentales de los esposos; por las víctimas de la pandemia, agregando los caídos en las guerras en curso. En el caso de nuestro país, la cifra citada, también se ha visto acrecentada por las dos primeras causas citadas y con la violencia que priva en el territorio nacional, la cual, desde el 2018 a la fecha, ha arrojado cerca de 190 mil asesinatos dolosos, sin contar otros tantos miles de esposas de los desaparecidos, que no han alcanzado el estatus de viudas, en virtud de que no han corrido los largos y costosos trámites judiciales para que sus cónyuges sean legalmente clasificados como muertos.

Dado que, en nuestro país, es muy marcada la participación de los hombres en la economía informal, en la mayoría de los casos, las mujeres que enviudan, quedan al margen de recibir una pensión y servicios de salud pública, bien sea del IMSS o del ISSSTE. Al respecto, los trabajos estadísticos del Inegi al 2020, revelan que solo el 15 por ciento de las enlutadas cuentan con dichas prestaciones. Todo un problema social que medianamente ha atendido el gobierno federal actual.

La viudez, representa un enorme reto para las mujeres, marcado por la adversidad, pero también, una gran oportunidad para afrontar la fatalidad y convertirla en un fructífero renacer. ¡Buenos días!

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