La verdad sobre la Covid-9 en Sinaloa. Grupo de expertos para el diagnóstico
Una vez agotada la credibilidad de los voceros en materia de pandemia de Covid-19, resulta necesario crear una comisión de expertos en salud pública, independiente del Gobierno del Estado, que determine cuál es la situación que tiene Sinaloa en afectación por el virus SARS-CoV-2, las acciones a tomar y la proyección a corto y largo plazo de cómo se comportará la enfermedad. Frente a la “normalización” de la emergencia sanitaria por parte de las autoridades federales y estatales, la población ya no halla qué hacer ni en quién confiar.
Más allá de las responsabilidades que corresponden a cada sector (ciudadanos, gobernantes, empresarios y áreas de atención médica) la emergencia consiste en restablecer la verdad que luce extraviada al convertirse la endemia en un tema que se maneja y resuelve en el ámbito político y no en la esfera de la salud pública. El semáforo epidemiológico está descompuesto y los servidores públicos se guían por una especie de ouija que es manipulable según amanezca el estado de ánimo y los intereses de los funcionarios.
Hay alarma en los sinaloenses y también exceso de inercias en los encargados del control de la pandemia. Los datos convincentes no fluyen, excepto que los medios de comunicación los saquen con tirabuzón o que el personal de los hospitales, harto por los sacrificios a que es sometido sin el acompañamiento gubernamental, hable para contar la otra historia que nos dice que de atenernos a la desidia de los burócratas iremos al peor de los escenarios con la Covid-19 extendiéndose y ahora con la variante Delta infectando a los más jóvenes.
Entre la mentalidad ciudadana que parece decidida al contagio de rebaño, y “el no pasa nada” al cual se aferran el Gobernador Quirino Ordaz Coppel y el Alcalde de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez Torres, o la preocupación a medias de presidentes municipales que como es el caso de Jesús Estrada Ferreiro en Culiacán oscila entre lo rudo y lo frívolo, debe mediar la opinión calificada de un grupo especializado autónomo que cuente con recursos técnicos y económicos, así como total acceso a la información, para producir el reporte limpio, científica y éticamente sustentado.
Por varias cuestiones. La primera sería determinar si los actuales encargados del manejo de la epidemia hacen lo correcto o incurren en negligencias. De resolverse lo primero debe comunicársele a los ciudadanos para inducir a la calma social y darles mayor orden a los protocolos establecidos; si resulta lo segundo, tendría que corregirse la secuencia de errores y sancionar a aquellos cuyas dejadeces se traducen en pérdida de más vidas humanas.
Lo segundo tiene que ver con el tiempo de transición política que vive Sinaloa por el cambio de titular del Poder Ejecutivo Estatal. El Gobernador electo, Rubén Rocha Moya, sería el primer interesado en que se estén haciendo las cosas de la manera más correcta posible ya que de aquí al 1 de noviembre, cuando tome posesión del cargo, podría configurársele un problema tan complejo que lo obligue a operar en alerta máxima con la consiguiente tensión social.
Y, tercero, llama la atención que la 63 Legislatura del Congreso del Estado en funciones esté preocupada y ocupada en otras cuestiones de menor apremio y luzca indiferente ante el rebrote, nueva ola u otras cepas que, esto sí es real, empiezan a meter presión en el sistema de salud pública y privada que deja el problema sólo en manos del personal de hospitales que a como pueda, sin los medicamentos requeridos y empalmando jornadas laborales, lucha por evitar que el nuevo desastre epidemiológico golpee sobre lo que de por sí ya es alarmante.
¿Quiénes son los expertos multidisciplinarios? Los mismos que en trayectorias del servicio público, el esfuerzo personal o desde la trinchera cívica han sobresalido por aportaciones fincadas en el profesionalismo y solidaridad, lejos de las ambiciones o tentaciones del poder. Los ex secretarios de Salud Héctor Ponce Ramos, Víctor Manuel Díaz Simental, o los reconocidísimos José Ramón Rivas Llamas, Elena López Gavito, Humberto Gómez Campaña, Alejandro Barraza Gaxiola, Alberto Kousuke De la Herrán Arita y Rafael Valdez Aguilar entre muchos otros.
Trátese de alarmismos o despreocupaciones a revisar, se presenta la necesidad de desplazar a los voceros de la pandemia que se exhiben tan averiados como el semáforo cuyo color ya debiera ser el negro de las mentiras donde la autenticidad muestra a los contagios y muertos en secuencias interminables y la manipulación de datos epidémicos fruto de falsedades en cadena que cuidan la imagen de los gobernantes y juegan con la salud de la comunidad.
Ésta es una propuesta a favor de la verdad. Por saber con exactitud en cuál nivel de riesgo o de control está Sinaloa de cara a los sesgos que adquiere la pandemia en tanto cada día amanecemos con nuevas simulaciones que abonan a la confusión. A refrendar el compromiso por la salud pública y la vida, antes de que sepamos que las cosas se implementaron mal y el reclamo sea caldo de cultivo para el virus de la indignación generalizada.
Que nos indiquen los expertos,
Cómo aliviar la pandemia,
Con píldoras de datos ciertos,
Que nos curen la infodemia.
Ni por asomo se trata de inducir aquí la hipótesis de que el Secretario de Salud de Sinaloa, Efrén Encinas Torres, es un caso de simulación similar a la de Hugo López-Gatell Ramírez, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud del Gobierno de México. Lo que se cuestiona es por qué el vocero estatal ha tardado en marcar distancia del modelo federal que politiza y conflictúa para ocultar el caos nacional en lo referente al coronavirus, que es tan grave como la falta de medicamentos para atender a los pacientes. Encinas, el prestigiado médico humanitario, no debe entrar al molde del López-Gatell marrullero y desalmado.