La urgencia del respeto
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jccarras@hotmail.com
Una niña de 8 años escribió una frase que atrajo poderosamente mi atención durante uno de los foros zonales que el Implan organizó hace dos años en la ciudad de Culiacán donde, entre muchas niñas y niños dibujaron y escribieron su visión del Culiacán que desean para el futuro. Junto a su dibujo donde mostraba un grupo diverso de figuras humanas, aquella niña escribió “Me gustaría que todos respeten a los demás”. La frase en lo personal me pareció tan sencilla para ella, como compleja es para los adultos.
El espacio público es para compartir y esto equivale a convivir, tolerar y, ante todo, respetar. Por ejemplo, el espacio público debe permitir a las personas desplazarse de forma cómoda, rápida y sobre todo segura, de un lugar a otro de la ciudad. Esto lo entendemos como la movilidad urbana. Reitero, desplazar personas, no automóviles, como erróneamente se interpreta el concepto de la movilidad.
Las acciones cotidianas del día a día nos hacen en muchas ocasiones faltar al respeto al prójimo casi sin darnos cuenta a través de hábitos asumidos como “normales”. Haré énfasis esta vez en la práctica del respeto en asuntos de movilidad y algo más.
Es faltar al respeto:
- Estacionarse en segunda fila, o peor aún, sobre las banquetas, aunque sea frente a su casa (mucha gente asume que es de su propiedad y hasta le cambian material y la adecuan a las necesidades de sus automóviles).
- Invadir la banqueta frente a su negocio o su vivienda con letreros, muebles o incluso construcciones a sabiendas de que este espacio está destinado para el flujo cómodo y seguro de las personas.
- Conducir un automóvil y no ceder el paso a las personas, aun y cuando ves que se quedan “atrapadas” en los camellones, con niños de la mano.
- Rebasar los límites de velocidad de forma casi sistemática y con ello poner en riesgo vidas ajenas. Dirás que a ti no te sucede, eso decían todos los que terminaron con alguna vida humana en un hecho de tránsito que luego queremos llamar “accidente”.
- Evitar usar el cinturón de seguridad. Sobre todo, no exigirlo a quienes te acompañan en el automóvil que tú conduces, incluidos miembros de tu propia familia.
- Estacionar vehículos en lugares prohibidos o invadir pasos peatonales sobre la calle sin importarte el riesgo que se genera a las personas que tienen que cruzar.
- Poner equipos de sonido a todo volumen dirigidos a la calle, o extender tu fiesta con karaoke hasta altas horas de la noche sin pensar que hay gente que necesita descansar.
- Tirar basura a la calle, aunque sea una pequeña envoltura (todo tiene significado).
- Evadir al fisco, no pagar predial o buscar a toda costa condonar las multas o evitarlas con sobornos o tráfico de influencias.
Esto y muchas cosas más (la lista puede crecer ilimitadamente) significan faltar el respeto a nuestros conciudadanos y mientras esto sea pan de cada día, difícilmente podremos cambiar tantas cosas que hoy nos quitan el sueño (además del kareoke del vecino).
Si realmente queremos transformar Culiacán, empecemos ya mostrando gratitud y respeto a quienes compartimos esta bella ciudad.