La UNAM y la sucesión presidencial
En dos semanas sabremos quién es el nuevo Rector o Rectora de la Universidad Nacional Autónoma de México; sin embargo, poco se ha hablado de la situación en la que se encuentra la UNAM en los albores de esta nueva sucesión.
La Universidad parece haber superado muchos de los problemas que la pandemia hizo patentes y, en junio pasado, la Gaceta publicó que la UNAM había vuelto al selecto grupo de las 100 mejores universidades del mundo; es la más destacada de Hispanoamérica y la mejor de todo México.
Pero no todo son buenas noticias en la Universidad: en sus campus se viven graves problemas de inseguridad; es notorio el deterioro de instalaciones en varias facultades, prepas y Colegios de Ciencias y Humanidades; se padece falta de equipos y tecnología al servicio de profesores, investigadores y estudiantes; existe un descontrol administrativo que puede provocar que una sola chinche paralice actividades en sus planteles durante una semana; las respuestas institucionales han sido deficientes ante casos graves de acoso contra alumnas y profesoras, y se han registrado casos de agresiones y hasta feminicidios dentro de los campus.
Además, la UNAM se ha vuelto inalcanzable para miles de jóvenes que cada año son rechazados en el examen de admisión.
Según el más reciente informe del Rector Enrique Graue, actualmente hay una matrícula de 106 mil 863 alumnas y alumnos en los 14 planteles de educación media superior; 233 mil 264 estudiantes en las 132 licenciaturas y 32 mil 988 alumnos en los 252 planes de Postgrado.
Para el ciclo 2022-2023, la UNAM aceptó a 33 mil 722 estudiantes en Bachillerato y 55 mil 341 a nivel Licenciatura. Sin embargo, en el último examen de admisión, la UNAM apenas pudo dar cabida al 10 por ciento de quienes aplicaron; es decir, fueron admitidos 21 mil 346 de 201 mil 512 aspirantes. La UNAM se ha vuelto insuficiente.
La Universidad enfrenta, además, la estigmatización y la tirria del Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien a pesar de haber egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales ha mostrado un desprecio absoluto por la Universidad y la ha acusado de haberse “derechizado” y llenado de “conservadores”.
Lamentablemente, las críticas de López Obrador han sido replicadas por otros actores políticos en Morena; legisladores y dirigentes que suelen repetir cualquier dicho mañanero.
Por si fuera poco, en este año la UNAM ha tenido que enfrentar presiones por el plagio en la tesis de la Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Yasmín Esquivel, cuyo veredicto final ya está listo, pero no ha podido ser emitido. Este caso ha metido a la UNAM en un tortuoso proceso judicial por los amparos promovidos por la Ministra para que el Comité de Ética de la Universidad no se pronuncie públicamente sobre el plagio.
Además, en semanas recientes se demostró que la virtual candidata de la Oposición, Xóchitl Gálvez, plagió una buena parte del informe con el que acreditó su experiencia profesional para titularse como ingeniera de la UNAM en 2010. Lo que deja al menos una pregunta sobre la mesa: ¿es 100 por ciento confiable el proceso de titulación en la máxima casa de estudios?
Financieramente, la Universidad sigue representando un costo importante para las finanzas públicas: en 2023, su presupuesto es de 52 mil 728 millones de pesos; de los cuales la Federación le da 47 mil 659 millones y la propia Universidad genera 5 mil 69 millones de pesos.
De esos recursos, 32 mil 438 millones van a docencia; 13 mil 906 millones a investigación, 3 mil 978 millones a extensión universitaria y 2 mil 400 millones de pesos a gestión institucional. Recursos que a todas luces resultan insuficientes para ampliar la matrícula, modernizar equipos, restaurar instalaciones, brindar seguridad y mejorar el nivel salarial de profesores, principalmente los de asignatura. El STUNAM, por otro lado, sigue siendo un poderoso sindicato de casi 30 mil afiliados que cada año presiona por mejoras en su contrato colectivo.
Para 2024, la UNAM está pidiendo 50 mil 418 millones de pesos del Presupuesto de Egresos de la Federación, es decir, 2 mil 750 millones más que los aprobados en el ejercicio fiscal en curso.
No son los problemas de la UNAM y las propuestas para resolverlos, sin embargo, lo que definirá su rumbo, y la Rectoría para el periodo 2023-2027, sino la política interna y externa.
En la Junta de Gobierno, 15 universitarias y universitarios notables habrán de decidir entre 14 finalistas que, justo en esta semana, comenzarán sus comparecencias ante el pleno de la Junta.
De un total de 14 aspirantes que cumplían los requisitos para postularse, la lista se ha reducido a 10. Tres mujeres: Patricia Dávila Aranda, Guadalupe Valencia García y Susana Acosta Torres. Y siete hombres: Raúl Contreras, Leonardo Lomelí, Sergio Alcocer, Imanol Ordorika, Henry Lee Alardín, Agustín Álvarez Icaza y Enrique Fajardo Dolci.
De entre todas ellas y ellos, ha destacado el nombre de Imanol Ordorika en el proceso, no sólo por su activismo en planteles, medios de comunicación y redes sociales, sino por su participación en el Consejo Estudiantil Universitario, a mediados de los 80, y el hecho de haber coincidido en esa lucha con Claudia Sheinbaum, la virtual candidata de Morena a la Presidencia de la República, quien antes de ser política forjó en la UNAM una carrera como investigadora y docente de la Facultad de Ciencias.
Con trayectoria propia y un plan de trabajo que no hace suyas las críticas absurdas del Presidente de la República, Ordorika enfrentará el problema de explicar que su cercanía con Sheinbaum no implicaría una afectación a la autonomía universitaria, o una entrega de la UNAM al Gobierno en caso de que ambos ex líderes del CEU cumplan sus aspiraciones.
La presencia de Ordorika entre los finalistas no ha pasado desapercibida, ¿pero basta su cercanía con Sheinbaum para descartarlo, o para catapultarlo, como próximo Rector? La última palabra la tendrá la Junta de Gobierno.
Del otro lado de la moneda sobresalen perfiles con una gran cercanía con la actual Rectoría: Leonardo Lomelí, ex director de la Facultad de Economía, que en 2015 fue nombrado secretario general por el Rector Graue; el actual secretario administrativo, Luis Álvarez Icaza, y el director de Investigación Científica, Henry Lee Alardín, quien tiene como punto extra el haber sido egresado de la Facultad de Ciencias, de donde es Sheinbaum.
Además se encuentran en la pelea el director de la Facultad de Derecho, Raúl Contreras; el director de la Facultad de Medicina, Enrique Fajardo Dolci, y Sergio M. Alcocer, investigador del Instituto de Ingeniería.
De las tres mujeres aspirantes a la Rectoría, de la que más se ha hablado es de Patricia Dávila, quien es bióloga, maestra por la Facultad de Ciencias e investigadora de la FES Iztacala. Fue coordinadora general de Estudios de Postgrado y, desde 2021, secretaria de Desarrollo Institucional de la UNAM.
También participan en la última fase Guadalupe Valencia, actual coordinadora de Humanidades, y Susana Acosta Torres, directora de la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad León.
En la recta final del proceso, la Junta de Gobierno hará una entrevista presencial con los 10 finalistas y, en la primera semana de noviembre dará a conocer a quien ocupará la Rectoría durante los próximos cuatro años, con opción a reelegirse para un segundo periodo que concluiría hasta 2031.
No exenta de presiones externas, la sucesión en la UNAM precederá la sucesión presidencial, en un momento histórico de mujeres protagonistas, pero también de polarización, encono e iniciativas gubernamentales para capturar o acotar a instituciones autónomas.