La UAdeO y las alternativas para fortalecer la educación superior en Sinaloa

Jorge Ibarra M.
02 noviembre 2023

Ahora que está apunto de salir convocatoria para el nombramiento de un nuevo Rector para la Universidad Autónoma de Occidente, vale la pena hacer un recuento de su historia y visualizar la oportunidad de enmendar los errores que llevaron a esa institución a fracasar como alternativa de un nuevo modelo educativo para Sinaloa.

La Universidad de Occidente fue creada en 1982 por iniciativa del entonces Gobernador del Estado, Antonio Toledo Corro. Fue pensada como una nueva opción de educación superior frente a las turbulencias políticas que impactaron a la UAS en la década de los 70.

La intención era impulsar la modernización del mercado laboral, con una oferta educativa alejada de las ideologías políticas de la época. Pero el objetivo no se cumplió. La Universidad de Occidente no llegó a convertirse en ese referente educativo que se pensó en un inicio.

Sin vislumbrar los cambios y necesidades de innovación que traería la economía del conocimiento, los programas que se crearon -administración, mercadotecnia, turismo, comunicación, psicología, derecho- fueron el reflejo de la limitada perspectiva de desarrollo.

Su modelo de organización, supuestamente despolitizado y desideologizado, terminó por convertir a la universidad en una institución excesivamente burocrática, con autoridades subordinadas a los designios del Gobernador en turno, y una planta docente supeditada al Sindicato de los Trabajadores al Servicio del Estado.

Y mientras tanto, la UAS de final de siglo logró salir del atolladero y se estabilizó con el retorno de sinaloenses que se habían autoexiliado para educarse en las mejores universidades del País.

Profesores recién formados como investigadores lideraron la transición académica y fueron pioneros en la creación de nuevas escuelas y posgrados de excelencia, que a su vez se volvieron semilleros de nuevos científicos que contribuyeron a renovar el conocimiento.

La revancha de la casa rosalina llegó al constatarse, años después, que el proyecto de la Universidad de Occidente había sido un capricho político-empresarial, tanto para restarle poder a la UAS, como para formar un tipo de capital humano tal y como lo deseaban los sectores productivos.

Los platos rotos los terminamos pagando todos los sinaloenses, en términos de una escasa incidencia de las nuevas universidades públicas en el desarrollo; junto a los miles de egresados que hoy forman parte de una generación de profesionistas precarizados.

Sería un error no reconocer que ha habido esfuerzos por corregir. En los últimos 13 años los programas de posgrado de calidad y los profesores en labores de investigación han ido en aumento. La autonomía que finalmente le fue reconocida en 2018 sirvió también para acceder a mayores recursos.

Pero todo esto aún es insuficiente. La Universidad de Occidente tiene un potencial mucho mayor, aunque sigue atrapada en el burocratismo.

Se requiere un nuevo modelo educativo acorde a los avances tecnológicos; nuevas licenciaturas capaces de detonar el crecimiento económico; elevar el número de maestrías y doctorados en el PNPC Conahcyt; triplicar el número de profesores investigadores de tiempo completo vinculados al SNII; crear centros de investigación, aumentar la vinculación y la movilidad estudiantil, fomentar la innovación y la generación de conocimiento.

En términos institucionales, la Universidad de Occidente debe aprender de los errores propios y de los que hoy tienen sumida a la UAS en una crisis profunda de legitimidad por los altos niveles de corrupción. El nuevo Rector de la Universidad de Occidente deberá asumir un compromiso con la transparencia, la democracia, pero principalmente con su comunidad y con la educación. Estaremos al tanto de lo que ocurra.