La tranca palanca
El juego del sube y baja popular en todo el país, también conocido en los pueblos sinaloenses como el tranca palanca. Dependiendo del presupuesto los hay de diversos diseños y materiales. La versión mas rústica es en la que se pone un tronco en el piso, encima, otro tronco atravesado y en los extremos se montan los niños. El juego consiste en la presión que cada jugador logra hacer para bajar su lado logrando dejar a su rival en el otro extremo colgando los pies.
El chiste de todo es que el soporte que regula ambos extremos está en el centro exactamente. Sin el soporte del medio, el juego pierde sentido.
Mismo caso con la vida electoral, sin un órgano regulador independiente, el juego pierde sentido.
Por décadas, México aceptó el resultado de elecciones ganadas por un solo partido. Haciendo a un lado el resultado mayoritario, la diversa expresión de voto a partir de las elecciones de 1988, dejó ver la clara necesidad de reconocernos como un país de ideologías diferentes y no solamente unipartidista o bipartidista.
Desde esta perspectiva, surgen dos plataformas por las cuales trabajar el proceso de maduración democrática: La primera, tiene que ver con el ejercicio del poder, puesto que el titular del mismo, no llega a su puesto con el total respaldo, sino solo con una mayoría de votos quedando obligado a ejercer un poder balanceado con formas de vigilancia que ejercen sus contrarios. La segunda, tiene que ver con el órgano que regula los procesos electorales que debe regirse por valores democráticos, independientes y apegados a la ley.
Sin un buen árbitro el juego pierde sentido.
Volviendo a la década de los 90 y antes, las elecciones las organizaba el Instituto Electoral de cada Estado y jugaba diferentes bailes según la presencia o no de real oposición. En secciones electorales reñidas, era práctica común la baja entrega de credenciales a los votantes. Por el contrario, en las secciones donde se consideraban dominadas, se inflaban los padrones y se expedían todas las credenciales, que eran usadas el día de la elección mediante los conocidos carruseles de votantes.
No había foto, no había huella, en muchas ocasiones la tinta indeleble no era tal y el padrón de electores físicamente era impreso en hojas continuas para ser entregado a los partidos políticos solamente unos días antes de la elección cuando muy poco podía enmendarse.
Así era el juego en ese tiempo, la tranca palanca no estaba en el centro, no operaba en los hechos como órgano garante de la transparencia del proceso ni del reconocimiento de las diversas voces. Hoy tenemos ese órgano regulador que se llama Instituto Nacional Electoral, no sostengo que se constituya por santitos sin intereses, solamente manifiesto la postura de fortalecer con estas líneas que con todo sus tropiezos o debilidades, el Instituto debe ser tutelado por las autoridades y custodiado celosamente por los ciudadanos. Un árbitro independiente, es la piedra angular de un país que se dice democrático. Meterle mano, es válido solamente para perfeccionar, para garantizar su independencia y solo con el gran consenso de quienes protagonizan a su interior. Lo contrario a esto, es dar reversa y nos va a pesar.
Será interesante escuchar a los actuales jugadores, su postura y compromiso alrededor de esta Institución que hoy es la encargada de regular el proceso. Ante las restricciones sanitarias del país, las redes sociales jugarán un papel protagónico y económico a favor de los contendientes. Por ese medio puede cada uno expresar dos cosas muy simples: para qué quiere ganar y qué harán con la autoridad y presupuesto que les sea concedido en caso de obtener la victoria.