La ternura de Dios

Rodolfo Díaz Fonseca
18 diciembre 2017

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Mientras más se acerca la fiesta de Navidad, más escuchamos mensajes de amor, paz y buenaventura. Es tiempo de brindar calor, alegría y bondad. Sin embargo, muchas veces el amor se confunde con una errática y empalagosa ternura.

La ternura no radica solamente en apapachos, sino en acciones de comprensión, misericordia y perdón, aunque a veces cueste esparcir sonrisas y acoger a algunas personas.

La ternura de Navidad muestra a un Dios inmensamente grande que se hace sorprendentemente pequeño. Un Dios infinitamente poderoso que se muestra frágil y necesitado. Un Dios que no mira con reprensión y severidad, sino con ojos de conmiseración y gratuidad.

“La mirada de Jesús va más allá de los pecados y los prejuicios; ve a la persona con los ojos de Dios, que no se detiene en el mal pasado, sino entrevé el bien futuro; no se resigna a las cerrazones, sino abre nuevos espacios de vida; no se detiene en las apariencias, sino mira el corazón”, dijo el Papa Francisco.

“A veces nosotros buscamos corregir y convertir a un pecador llamándole la atención, sacándole en cara sus errores y su comportamiento injusto. La actitud de Jesús con Zaqueo nos indica otro camino, aquel de mostrar a quien se equivoca su valor, aquel valor que Dios continúa a ver no obstante todo.

“La ternura de Dios se manifiesta en la aceptación incondicional del considerado enemigo. Esta paradójica situación sorprende, impulsa y anima, porque no  corresponde al típico obrar humano. “Jesús acogía con bondad a los pecadores. Si pensamos en modo humano, el pecador sería un enemigo de Jesús, un enemigo de Dios, pero Él se acercaba a ellos con bondad, los amaba y les cambiaba su corazón”.

¿Imito la ternura de Dios? ¿Acojo a todos? ¿Hago distinción de personas?

 

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@rodolfodiazf