La subjetiva paradoja de nuestra negación
""
‘La paradoja no es un argumento a dilucidar o un problema a esclarecer, sino una perplejidad que incomoda a la lógica y a la ciencia occidental’
Adolfo Vázquez Rocca
La negación ha estado presente por siempre en la vida de los seres humanos y se ha entendido como una especie de mecanismo de defensa, que surge como proceso interno o inconsciente encargado de disminuir las consecuencias negativas generadas por eventos demasiado intensos, para que de alguna manera la persona pueda continuar con su vida normal. De acuerdo con algunos estudiosos del tema, la negación es un modo de abordar erróneamente un problema, que reside en comportarse como si tal problema no existiera, es decir que la propia negación del problema se aplica como solución. La psicóloga neuroeducativa, María Gómez Obregón, sostiene que cuando una persona carece de aceptación acerca de algún problema, inhabilita parcialmente su propio poder para hacer los ajustes necesarios y se genere un cambio favorable.
A decir del psicólogo y teórico del estrés, Richard Lazarus, la negación, como tantas otras estrategias de afrontamiento, no pueden calificarse como inherentemente buenas o malas, debe tenerse en cuenta el contexto y sobre todo desarrollar principios que especifiquen las condiciones bajo las cuales los procesos de negación pueden tener consecuencias favorables o desfavorables.
La negación es entonces, una forma de protección en la cual los individuos pueden obtener consecuencias mayormente negativas y sólo en ocasiones consecuencias relativamente positivas, porque de principio se niega la realidad y se establece una relación de autoconvencimiento de algo que realmente no puede constatarse. Es decir, que se pone en relieve la distancia entre lo que sabemos y lo que queremos creer para no afrontar determinada realidad.
De alguna manera los mexicanos nos hemos comportado asumiendo la negación como sociedad, como visión colectiva de lo que sucede en nuestro país, ciudades y comunidades, que frente a problemas de carácter social, nos afectan directa o indirectamente sin remedio. Una negación colectiva que ha se expresado de diversas maneras en diferentes circunstancias en la historia reciente de México. Una negación que sigue cobrando consecuencias.
A finales de la década de los ochenta, diversas voces de especialistas en temas de seguridad y narcotráfico advertían el amenazante crecimiento del crimen organizado en México y la probable réplica de los índices de violencia sucedidos en Colombia. Quienes vivimos en Sinaloa, pudimos ser testigos de cómo este fenómeno social fue aumentando y cómo en el funesto periodo del presidente Felipe Caderón se inicia una guerra contra el narco que continúa cobrando vidas a 14 años de distancia. Más de 250 mil víctimas hasta 2019.
Lo mismo sucede con los casos de violencia sexual a menores, una realidad escondida que cada año significa más de 4 millones y medio de niñas y niños víctimas de abuso sexual, que según OCDE ubica a México en el primer lugar mundial en estos delitos. Una realidad que se niega porque no se quiere ver ni enfrentar pues el 60 por ciento de los abusos sucede en los hogares. Resulta imposible negar también el aumento de casos de violencia contra la mujer, que según datos de la ONU, 10 mujeres son asesinadas diariamente en nuestro país.
La negación funciona como una forma de protegerse del dolor, el miedo o para evitar la aceptación de algo que no deseamos. Por eso la negación pertenece al tánatos, aquella representación de la muerte no violenta de la mitología griega, pulsiones de muerte que tienden a la autodestrucción. La negación no puede ser buena, la negación cobra a futuro.
Por eso resulta inverosímil que el pasado domingo, tan sólo en la playa de Altata, en el municipio de Navolato, centenares de familias arribaran y convivieran sin mayor mortificación, una turba inconsciente que rebasó los límites de los protocolos de seguridad para evitar los contagios. Una conducta que da muestra de lo que el psicoterapeuta de la salud, José de la Sola sostiene en cuanto a que uno de los tipos de comportamientos posibles entre la población, observados en la actual crisis del Covid19, es la “negación del peligro”.
Es evidente que la negación en nuestras vidas ha tenido repercusiones, no sólo personales, sino colectivas. Sinaloa continúa con semáforo rojo y los contagios no disminuyen, esta condición nos obliga a extremar los cuidados sin contemplaciones pues significan no sólo contraer el virus, sino pérdida de vidas humanas.
Debemos estar conscientes que la pandemia seguirá cobrando víctimas mientras se continúe sin tener una vacuna que la detenga. Si bien esta realidad ha llegado para modificar prácticamente todo en nuestras vidas, aprender a convivir con el virus no significa necesariamente tener miedo, sino más bien cuidado, aprender a cuidarnos con la responsabilidad de aceptar y no negar la magnitud del daño que se avecina por nuestro comportamiento frente al problema, a no actuar de manera irresponsable entre la subjetividad de nuestras decisiones, que pueden significar la muerte para alguien más.
El pasado nos ha mostrado terriblemente que negar ahora los problemas de nuestra realidad social en lugar de asumirlos como sociedad, representará ante la pandemia costos muy elevados y dolorosos en el futuro inmediato.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.
vraldapa@gmail.com
@vraldapa