La regla de los ocho minutos
Simon Sinek, escritor y motivador inglés, sugirió fortalecer una nutritiva comunicación mediante la petición de ocho minutos para ponerse al día entre dos personas. Acotó que esta medida es ideal para no excederse en saludos y bienvenidas, sino ir al grano en lo esencial que cultive la relación amistosa. Precisó optar por esta medida una vez que supo que un amigo cayó en depresión, y se dio cuenta que jamás iba a buscar ayuda él mismo. Entonces, su método para reforzar vínculos consiste en llamar y preguntar si la otra persona le puede regalar ocho minutos de su tiempo.
Asimismo, un conocido cuento narra que una mujer pobre y con un niño en brazos escuchó una voz que salía de una caverna: “Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Recuerda algo: después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal. Tienes ocho minutos”.
La mujer encontró montones de oro y joyas preciosas, así que depositó al niño en una piedra y empezó a llenar su delantal. Poco antes de cumplirse el tiempo salió cargada de riquezas, pero olvidó al niño, lo principal.
El Papa Francisco también pidió a los sacerdotes atenerse a la regla de los ocho minutos en sus homilías, para ofrecer un mensaje comprensible: “La homilía no debe superar los ocho minutos porque tras ese lapso de tiempo, se pierde la atención (de los fieles), la gente se duerme, y tienen razón. Así es como debe ser una homilía y eso es lo que quiero decirles a los curas que hablan tanto, tan a menudo, y no se entiende de lo que hablan”.
¿Practico la regla de los ocho minutos?
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