La reflexión del Pato
Conocí a la “Blacky” y el “Negro” pensando que su amo era otro.
Me llamaron la atención, porque además de ser perros de talla grande, que se les puede atribuir ser labrador, pastor alemán y husky, vestían hoodies, el nombre gringo de las sudaderas con capucha.
La pareja de perritos estaba tomando un descanso, a media tarde, en un espacio justo frente al Palacio Municipal de Navolato.
Se miraban satisfechos, comidos, bebidas y ni se diga vestidos, para encarar las noches oscuras y frías de finales de febrero de 2022.
Unas horas después me topé con la parejita por la acera de enfrente y con quien evidentemente se encargaba de tratarlos bien: “El Pato”.
Se llama Ramón Vicente Calderón Huerta, que aunque suena como una extraña combinación de nombres de ex Presidentes de México, se encarga de otros asuntos, aunque muy cercano al poder.
Cuando lo saludé hizo una pausa, luego poco a poco subió el volumen conforme se alejaba una patrulla con la que se sorprendió.
Le pregunté que si tenía problemas con la ley y me dijo que no.
Luego recordó que una vez, de la nada, lo hicieron bajarse de la banqueta, recargarse en la caja de la patrulla pick-up y le hicieron sentir el cañón del rifle en la base del cuello.
“Allá en Culiacán está prohibido eso, ¿no?”, preguntó. Luego habló en figurarse la escena: “Párate”, me paré ahí. “No te muevas” y me sacó un cuerno, el rifle.
Por eso cuando pasa por esa zona, el corazón del centro de Navolato, y ya está oscureciendo, siente que corre peligro con la autoridad.
Y hasta la tercera vez que le pregunté que si traía “loquera”, algo de mariguana, hielo o perico, volvió a negarlo.
“Vivo en la casa de un camarada, aquí cerquita, por eso tengo que pasar por aquí. Pero además aquí me encuentras, yo lavo carros por esa zona”, explica.
Un día normal para Ramón Vicente es levantarse a las 4:30 de la mañana, alistarse y buscar estar antes de las seis de la mañana en las inmediaciones del Palacio, porque hay veces que la misma Margoth Urrea, la Presidente Municipal de Navolato actual, le manda lavar sus vehículos.
“Yo tengo una buena relación con la vieja”, expresa.
Se va a las 11 y 12 y media de la madrugada, depende de la chamba, porque hay veces que hace mandados.
Pensé en que si conocía a Margoth podría pedirle trabajo, con horarios y prestaciones y alcanzar un vida digna.
“Es que vienen plebes a la misa en la noche o a dar la vuelta en la plazuela, y me dicen: hey, lávame el carro y pues me quedo”, dice.
¿Y cuánto cobras?
Lo que me quieran regalar.
En un buen día, “El Pato” se embolsa entre 650 pesos y hasta 780.
“Gano más que teniendo un trabajo”, recalca con la seguridad de alguien que ha hecho el cálculo muchas veces.
“Y nada más vengo, me paro, me dicen: mijo, ¿usted qué hace? El otro día el Padre de la iglesia me mandó a comprar medicina, me dio 50 pesos de propina.
En la zona aseguran que “El Pato” tiene buena reputación.
Cuentan que una vez se halló un teléfono de los caros, que fue a enfrente a una taquería y se lo mostró a una joven trabajadora para que ella lo revisara y buscara regresárselo a su dueño.
El dueño regresó desde La Palma a Navolato para recoger el teléfono y ofreció una recompensa que “El Pato” se negaba a aceptar.
“Sí me quedé con 300 pesos y le di 200 a la muchacha, que ella me ayudó a hablar”, aclara.
Descartó entonces, a sus 59 años, aspirar a un trabajo en el Ayuntamiento.
Luego le pregunté que si por qué no acusaba a los policías abusadores con la propia Presidente.
No respondió.
Me tengo que despedir y “El Pato” sigue diciéndome que cuando quiera lo puedo encontrar ahí, y si no, por lo menos al “Negro” y a la “Blacky”.
“A lo mejor la próxima vez que te vea ya tienes trabajo ahí adentro”, le dije señalando al Palacio Municipal.
Negó con la cabeza.
“O a lo mejor hasta Presidente Municipal... ¿no te gustaría?”, le pregunté.
“No, pa qué”, me dijo.
“¿Está muy cabrón, o qué?”, le insistí.
“Es que tú sabes que esas cosas luego causan muchas envidias”, reflexionó. “Te pueden chingar a un sobrino, un hijo, el abuelo, el papá, la mamá, y hacerte un desmadre. Ya ves, ¿qué paspo en Lomas Taurinas con Colosio? Le pegaron en su madre... mejor cuando vengas para acá, me buscas por aquí afuera...”.