La reflexión
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Permítaseme iniciar esta entrega con una evocación personal tan entrañable como el sentimiento mismo, pues, siendo hijo único, a mis 90 años he venido a conocer la aciaga experiencia de perder a un hermano y, por tanto, a un ser muy querido como lo fue y seguirá siendo Abraham García Ibarra, cuyo fallecimiento, acaecido hace dos días en la ciudad de México, coloca un latente crespón en los registros del periodismo nacional.
Hace apenas dos meses, en ocasión de mi nonagésimo cumpleaños, Abraham, que era ocho años menor que yo, me tuiteó un breve mensaje: “Si me esperas, te alcanzo”, y yo nunca imaginé que no sólo me iba a alcanzar, sino a adelantarse en el trance final. Anteayer, en comunicación telefónica, Elvita, su esposa, hizo referencia a ese mensaje que no correspondió a la realidad.
Fue en Mazatlán, a mediados de los 50, cuando ambos nos iniciamos en el periodismo en el diario El Sol del Pacífico, y desde las primicias de nuestra inquietud reporteril se generó una amistad que habría de afirmarse en el transcurso de los años durante los cuales coincidimos en las redacciones de medios informativos de Sinaloa, de Puebla y de la Ciudad de México.
Ya en la década de los 80, Abraham fijó su residencia en la capital de la República y yo regresé a Sinaloa, pero la distancia no influyó en la permanencia de una relación amistosa que unió también a nuestras familias. Él siempre me honró al considerarme e identificarme como su hermano. Yo siempre he manifestado la admiración que siento por su talento, su integridad y profesionalismo, una admiración no carente de sana envidia, y valga hablar en tiempo presente porque así seguirá su recuerdo activo en mi memoria.
Por ahora me remito a una petición que el destino ha cambiado de emisor y receptor para decirle al hermano que se adelantó: “Si me esperas, te alcanzo”.
En el ámbito estatal, el comportamiento defensivo ante la pandemia por parte del Gobierno de Sinaloa presenta actualmente una contrastante dicotomía, pues por un lado se decide que, más allá del color del semáforo sanitario, la modalidad virtual en el sistema educativo estatal se mantendrá durante el resto del presente año, pero por otro lado se anuncia la apertura de los estadios de futbol y beisbol, con miras a tolerar una asistencia de un 40 y se habla de hasta un 50 por ciento de su capacidad.
Esta propuesta está generando controvertidas reacciones entre los diferentes sectores de la población, pues en el aspecto educativo hay padres y madres de familia que, por falta de recursos o de tiempo, están imposibilitados para apoyar a los educandos en la resolución de los problemas que plantea la impartición lectiva en los hogares, lo cual los enfrenta a la expectativa de que sus hijos pierdan el año escolar. Por tanto, esas familias contemplan como un aliciente la esperanza en un pronto retorno a la actividad escolar presencial.
Sin embargo, hay también muchos paterfamilias que anteponen como extrema prioridad la salud de los escolares, por encima de las inconveniencias educativas, y en congruencia celebran que el Gobernador Quirino Ordaz Coppel haya declarado que el retorno a las aulas en el estado no se realizará antes del 2021, a fin de mantener las medidas sanitarias requeridas para reducir en todo lo posible la contaminación por Covid 19.
Ante esta bienvenida decisión gubernamental, se considera en extremo discordante la disposición de permitir el retorno presencial a los estadios porque, aún en el caso de que se respeten los anunciados límites de asistencia, se presagia que habrá conglomerados en proporciones suficientes para propiciar acciones y actitudes que consciente o inconscientemente vulnerarán los protocolos sanitarios esenciales y eso puede generar los efectos más lamentables.
En el Congreso del Estado, por parte de la bancada morenista se elevan voces de rechazo a la apertura de los estadios, Podría interpretarse como una mera contraposición inherente a las posiciones políticas, pero en este caso vale la pena remitirse a la reflexión.