La radicalización de la protesta en los movimientos sociales

Jesús Rojas Rivera
12 mayo 2023

jesusrojasriver@gmail.com

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En el puerto de Topolobampo el enorme buque petrolero Chicontepec de bandera mexicana llegó de Manzanillo con miles de litro de combustible esperando tomar lugar para descargue. Para ir al muelle Pemex sur del mismo puerto se encuentra fondeado -a pie de puerto- el petrolero hongkonés Atlantic Eagle. Listo para el muelle Pemex norte está el Ocean Princess I, con bandera de las Islas Marshall, con miles de litros de diesel. El petrolero Navigator Centauri, de bandera liberiana, estaba programado para descargar el pasado 11 de mayo. Navegando a menos nudos de lo programado viene del puerto de Rodeo, en California, el barco Andean Sun, con bandera panameña, cargado de miles de litros de gasolina. Todo esto verificado en el reporte de administración portuaria y el mapa naviero internacional vesselfinder.com.

Hasta el momento que se escribe esta columna, el puerto sinaloense está tomado por cientos de agricultores, en particular maiceros, que exigen el pago “justo” de sus cosechas. Después de una movilización al Palacio de Gobierno estatal, los productores decidieron radicalizar las medidas y tomar instalaciones estratégicas a manera de presión. “Nos vemos en la Pemex de Topo” era la convocatoria que circulaba como llamado a la acción para, según sus líderes, “que el Gobierno nos resuelva”. Unos días después, las movilizaciones alcanzaron los centros de distribución de combustibles en la ciudad de Guamúchil y aseguran que seguirán sobre las instalaciones de Pemex en Culiacán.

Las protestas, en particular las tomas de centros de almacenamiento y distribución de combustibles han prendido las alertas de otros sectores productivos de la entidad. Los gasolineros se dicen preocupados por las acciones emprendidas por quejosos. Temen la rápida escasez de las gasolinas y el diésel ante la imposibilidad de surtir sus gasolineras. Otras organizaciones camarales y empresariales han comenzado a tomar medidas ante lo que aparenta ser una situación crítica sin posibilidad de pronta solución.

Para expertos en temas de movimientos sociales, como las investigadoras Montes de Oca y Huerta Franco, los movimientos de protesta que tienden a la radicalización tienen, por lo general, dos motivos fundamentales: 1. La búsqueda de atención de las demandas en cuando el diálogo institucional está cerrado o paralizado y 2. La búsqueda de capital social de los líderes para mantener movimientos vivos que legitimen su liderazgo.

Partiendo de las ideas, las acciones radicales -como el bloqueo de instalaciones estratégicas- buscan sacudir la “paz de la ciudadanía y las instituciones” vía la presión social. Entendiendo que la molestia generalizada provocada por las acciones de protesta obligará a los tomadores de decisiones a implementar medidas extraordinarias -legales o ilegales- para la solución de sus demandas -legítimas o ilegítimas-.

El segundo punto -y esto debe ser revisado a detalle desde las teorías de la gobernabilidad democrática- explora la posibilidad de que, aun cuando se ofrecen alternativas de solución -parciales o totales-, se alcancen acuerdos en las mesas de negociación y se vea una clara intención del Gobierno para atender las demandas de los quejosos, empero, el movimiento prevalece o sube de tono, es evidencia de que no se trata únicamente de actos de protesta social, sino de acciones con fines de presión política institucional y/o política electoral. Grilla pues.

Al analizar los discursos de los distintos liderazgos que encabezan las protestas, resulta contradictorio ver como por un lado “respaldan” al gobernador en las negociaciones con la Federación y por otra, desestiman el llamado a liberar pacíficamente las instalaciones estratégicas antes de que se agote el combustible en las gasolineras a fin de evitar un daño económico y social de mayores consecuencias. Son amigos en el dicho y enemigos en los hechos. Mientras se ponen de acuerdo, los ciudadanos sin vela en el entierro somos los rehenes de sus ambiciones, que, en el argot de las izquierdas, se les llama eufemísticamente “luchas”. Luego le seguimos.