La precisión de las encuestas electorales
Las encuestas durante las elecciones tienen un desafío muy importante que enfrentar más allá del obvio. Todas las encuestas preelectorales -o por lo menos las encuestas que no tienen agendas o fines propagandísticos-, quieren ser precisas y ajustarse a la realidad lo más posible; aspiran a que su construcción metodológica esté lo suficientemente bien diseñada como para que esto sea así. Pero ese no es el desafío al que me refiero. Me refiero al desafío de lograr que el público en general confíe en la veracidad de sus resultados. Le he dedicado ya antes una columna al tema de la crisis de confianza entre el público. En aquella ocasión hablaba del modo en el que las encuestas han contribuido y alimentado ese escepticismo. Ahora quiero hablar de algunas preguntas que nos podemos hacer frente a las encuestas preelectorales para ubicar nuestras expectativas dentro de un marco de realidad y así no llevarnos sorpresas.
Las encuestas electorales no se juzgan necesariamente por sus aciertos sino por sus fallas. Cuando las encuestas no atinan, por ejemplo, al ganador o ganadora de una contienda, el daño puede ser fundamental. Existe en Estados Unidos el famoso caso de la encuestadora Gallup que predijo antes de la elección presidencial de 1948 que el gobernador Thomas E. Dewey derrotaría al presidente Harry S. Truman. Un periódico incluso tituló su edición: “Dewey derrota a Truman”, y después de conocerse el resultado, el presidente Truman celebró su victoria posando para las cámaras sosteniendo el periódico que lo daba por derrotado. O más adelante en el tiempo y cerca de nuestra memoria: el caso de las elecciones de 2016 cuando Donald Trump, para sorpresa de casi todos, derrotó a Hillary Clinton, cuando ninguna de las casas encuestadoras importantes había anticipado este resultado.
Entonces, ante este panorama, John Geraci, autor del importante libro Poll-arized, propone que nos planteemos cuatro preguntas básicas para tratar de evaluar qué tan precisas son las encuestas electorales. Hay que decir que algunas de las preguntas que plantea Geraci requieren realizar un análisis quizá más complicado del que una persona que lee el periódico o que consulta una nota en un portal de Internet quizá esté dispuesta a realizar. Sin embargo, me parece importante destacarlas para señalar el sentido de la crítica y para darle al escepticismo una ruta de investigación; es decir, para ayudar a encausar el escepticismo, de una simple negativa a creer hacia una convicción crítica de las posibilidades de las encuestas electorales.
Lo primero que nos dice Geraci es que hay que reconocer que las encuestas electorales todas son imprecisas. Simplemente hay que estar conscientes de qué tan imprecisas son. Para ello plantea cuatro preguntas: La primera es: “¿Qué está queriendo predecir la encuesta?”. Esta es importante porque no todas las encuestas están tratando de medir lo mismo: algunas buscan intención de voto, otras están enfocadas en el conocimiento de la persona, o en la familiaridad con el partido o la alianza que busca el poder. Distinguir este detalles es importante. La segunda es: “¿Qué tipo de encuestas deben ser consideradas en el análisis?”. Esta pregunta nos regresa a la idea de las encuestas con motivos ulteriores, las que se realizan bajo patrocinio de alguno de los interesados o de los participantes. Tener en cuenta quién realiza la encuesta, su historial y sus asociaciones es crucial para basar la confianza en el resultado. La tercera pregunta es: “¿Cuándo se realizan las encuestas?”. Hay estudios que han establecido que entre más lejos se encuentre la encuesta del día de la elección, el error promedio crece. Así que hay que considerar la fecha no de publicación de una encuesta, sino la fecha en la que, según su metodología, fue levantada. Esa es la fecha importante y decisiva para la precisión de los resultados que nos ofrezca. Y por último, “¿Qué criterios utilizar para evaluar la precisión de una encuesta?”.
En una columna futura me enfocaré en este punto, en los criterios para evaluar la precisión de una encuesta. Sin embargo, por el momento sirvan estas cuatro preguntas como guías o lineamientos para encausar nuestra atención a la hora de leer encuestas electorales y preguntarnos, ¿qué tan precisas son en realidad?