La posada del corazón
Estamos por iniciar las posadas navideñas (nos referimos a las tradicionales que iniciaron los evangelizadores en nuestra patria). La primera posada, de acuerdo a los datos con que se cuenta, se realizó en el convento de los agustinos de Acolman, ubicado cerca de Teotihuacán, con la cual sustituyeron festividades aztecas que se celebraban al dios Huitzilopochtli.
Las posadas se celebran durante nueve días para prepararse al nacimiento de Jesús. Con esta práctica, se recuerda el peregrinar de la Sagrada Familia buscando hospedaje, desde Galilea hasta Belén, donde nació el Redentor.
Sin embargo, desde hace muchos años se operó una transformación cultural y las posadas se convirtieron en una simple fiesta o pachanga, sin ninguna connotación con su significado espiritual y religioso. Incluso, se inventó la modalidad de preposadas, como un anticipo de las fiestas y para que no decaiga nunca la alegría.
No obstante, conviene evitar que las posadas pierdan totalmente su sabor original al festejar solamente con baile, bebida, regalos y agasajo, de manera que se recupere su sentido primario al brindar asilo y asistencia a quien no tiene un lugar donde cobijarse.
En nuestro globalizado mundo hay cada vez más migrantes y personas sin hogar, debido a que se agudizan los problemas de violencia y pobreza extrema. La Iglesia Católica, apoyada por empresarios y gobiernos estatal y municipal, fundó en Culiacán, en agosto de 2017, la Casa del Migrante Jesús María Echavarría y Aguirre.
En este lugar, se atendió a muchos migrantes, a quienes se otorgaba asilo y alimento hasta por cuatro días, pero la pandemia y necesidades económicas dificultaron y obstaculizaron su labor, por lo que hace más de un año cerraron esa institución.
Al celebrar las posadas, recordemos que lo fundamental es abrir la posada del corazón.
¿Abro mi corazón?