La pausa de los gatillos, ¿mérito de quién? Entre el operativo policial y la narcoorden

Alejandro Sicairos
04 enero 2022

La orden que el Cártel de Sinaloa hizo correr entre sus células armadas la víspera del Año Nuevo consistió en evitar los disparos al aire y en caso de que los gatilleros fueran detenidos por desobedecer tal prohibición, abstenerse de mencionar la organización o el capo para el que trabajan, utilizándolo como tráfico de influencias. Es la primera vez que la corporación del narcotráfico emite tal disposición con la advertencia de que no intervendría para liberar a quienes resultaran aprehendidos.

El aviso llegó atento pero contundente. Lo mismo lo notificaron en Badiraguato, Guasave, Angostura, Culiacán con énfasis en el Valle del Río San Lorenzo, así como en la franja sur que integran los municipios de Cosalá, Elota y San Ignacio. Aparte de advertir de la intensa movilización de fuerza pública, a los “punteros” se les indicó que deberían informar a los mandos inmediatos del comportamiento de los “gatillos locos”.

Hubo coordinación de los dos factores que lograron reducir el alarde del armamentismo en los primeros minutos de 2022. Funcionaron el despliegue de fuerza pública y la máxima publicidad que recibió el llamado oficial a no percutir las armas puesto que, tal como lo reconoció el Gobernador Rubén Rocha Moya, fue ampliamente replicado en los medios de comunicación, así como circuló el mandato de los jefes del narco que alrededor del mediodía del 31 de diciembre se dispersó hacia los brazos armados del Cártel. El inusual binomio le dio forma al esquema que, acoplado o inconexo, en los hechos rindió buenos resultados.

Las redes sociales que son el detector más inmediato de la realidad cotidiana dieron cuenta de detonaciones intermitentes de armas de fuego que por la baja intensidad están lejos de configurar aquel estado de alarma que derivó en las mismas fechas de años anteriores. Pocas armas largas descargadas al aire estimulan la probabilidad, solamente la posibilidad, de que algo de conciencia pacifista haya incubado en los pistoleros y la población en general.

Es complicado medir si se tuvo el aumento o descenso en armas de fuego disparadas para recibir el año nuevo. Los reportes en las ciudades, sobre todo en Culiacán, y comunidades rurales de los municipios donde se asientan las jefaturas del narcotráfico coinciden en que los gatillos fueron accionados esta vez menos, lo cual se traduce en baja de casos de heridos por balas perdidas y merma del intimidante estruendo de las ráfagas.

Los datos proporcionados en la semanera de ayer por el Secretario de Seguridad Pública, Cristóbal Castañeda Camarillo, hablan de esos atisbos de orden: 27 reportes de disparos de armas de fuego contra 63 captados en la recepción del año 2021 y se lograron asegurar dos armas largas y cuatro cortas. Este balance lo reforzó el Gobernador Rocha al considerar la “disminución sensible”, pero reconocer que eso no da para “ponerse coronitas”.

¿Qué fue lo que propició el declive en disparo de armas de fuego la madrugada del sábado? Pudo ser la concatenación de los dos operativos que, en acuerdo o disociados, mostró el modelo híbrido nunca antes utilizado de permitir que la gente sintiera mayor paz al ser silenciados los cañones de rifles y pistolas como un gesto de distensión que sería difícil considerar toma de conciencia en lo que corresponde a los sicarios.

Tampoco hay elementos para conjeturar el posible pacto para la pacificación de Sinaloa que no les parece descabellado ni improbable a muchos que toman decisiones en el Gobierno del Estado y en las múltiples células del crimen organizado. Por allí rondan en los pasillos del poder, en los cuarteles militares y en las madrigueras del narco los cálculos que reducen los homicidios dolosos y las desapariciones forzadas a través del acuerdo de más negocios con las drogas y menos muertos en la disputa de los trasiegos y mercados.

Por lo pronto, la paz a medias y coyuntural que recibió a 2022 no debe adjudicársele a tregua o estipulación algunas ya que las únicas evidencias disponibles sustentan que existió el despliegue de alrededor de 10 mil policías, militares y guardias nacionales y en la contraparte emergió la orden de que los segmentos armados del Cártel desistieran de la “costumbre” de remachar la fiesta de Año Nuevo con el fatídico rugir de sus modernos artefactos de guerra.

¿Avanzamos un poquito hacia la paz? No se vale deducirlo con datos circunstanciales que apenas dan para la reflexión y el optimismo tramposo. Habrá que esperar informes completos, palpar en lo profundo del sentimiento social, conocer el propósito de corto o largo aliento en las organizaciones del narcotráfico y escrutar en las futuras políticas públicas de seguridad pública, antes de dar cosas por asentadas.

Démosle tiempo al año nuevo para que aporte señales adicionales, antes de echar a vuelo campanas cuyo tañer a veces anuncia falsas esperanzas.

Lo que desde el cielo venía,

Era la lluvia de abrazos,

Y creímos en la utopía,

De más paz y menos balazos.

Vale como acto de sinceridad el que ofreció ayer el Gobernador Rubén Rocha al reconocer que “no hubo manera de entendernos” entre él y Luis Guillermo Benítez Torres, Alcalde de Mazatlán, en lo concerniente a evitar la megafiesta que “El Químico” organizó de bienvenida al 2022 mientras el coronavirus con su variante Ómicron se reconfigura como otra gran acometida contra la salud pública. Rocha aceptó que el sentido común aconseja evitar ese tipo de eventos masivos y estar muy coordinados la federación, el estado y los municipios porque hay casos de excepción donde alegar autonomía no vale “y tienes que ceder en tus facultades normales para atender contingencias”. “Debimos haberlo hecho; lamentablemente no lo pudimos hacer”, remarcó.