La pandemia parte de una sindemia mayor
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@elpoderdelc
SinEmbargo.MX
La pandemia del coronavirus SarsCov-2 se esparce sobre la especie humana en un momento en que esta especie ha llegado a un grado extremo de destrucción del planeta que pone en riesgo su propia sobrevivencia, al menos, en las condiciones que conocemos. La pandemia del Covid-19, por sí misma, está provocando consecuencias económicas que se profundizarán en los próximos meses y que se extenderán por años. De esta manera, se agudizarán las profundas desigualdades sociales, la pobreza, el hambre y la destrucción del planeta, además de generarse situaciones crecientes de ingobernabilidad.
Frente a los esfuerzos contra la pandemia se habla de que comienza a verse la luz al final del túnel sin tomar consciencia de que ese túnel está dentro de uno mucho mayor, el de la sindemia, que tiene como máxima expresión el cambio climático. La humanidad debería estar haciendo los mismos esfuerzos para combatir esta sindemia de mucho mayor magnitud y alcance que la pandemia.
Las grandes pandemias se han venido presentando aproximadamente cada 100 años, lo cual es más una coincidencia que una periodicidad que responde a una razón: la peste en 1720, el cólera en 1820, la gripe española en 1918 y ésta en 2020. Sin embargo, las alteraciones profundas que conforman la sindemia global, ese otro túnel de mucho mayores dimensiones, presentan periodos de tiempo geológicos, no de unas cuantas generaciones humanas, dando cuenta de daños catastróficos sobre el planeta y las condiciones de vida para la humanidad. Una de las más claras expresiones de la sindemia global, es la llamada sexta extinción de especies. No entraremos en discusión si hubo una más y ésta debería ser llamada la séptima extinción. La extinción anterior sucedió hace 65 millones de años, la primera hace 440 millones de años. Y esta sexta extinción que vivimos es la única que no ha sido causada ni por movimientos telúricos entre grandes placas continentales, ni por grandes glaciaciones, ni por erupciones volcánicas que afectaron la composición del aire, ni por meteoritos que impactaron la tierra.
La sexta extinción es causada por una especie: la humana. Y es resultado, específicamente, de un modelo económico y de consumo que ha devastado la mayor parte de los ecosistemas de la Tierra, provocando una aniquilación masiva de especies. La sindemia, además de la extinción de especies, tiene como una de sus expresiones más amenazadoras a nuestra sobrevivencia: el cambio climático. Las crisis en la producción de alimentos, el incremento desbordado de los fenómenos migratorios que se dan por todo el orbe, los problemas crecientes de acceso a agua, el impacto creciente de eventos meteorológicos extremos, son fenómenos que se están agudizando y se agudizarán aún más, de no actuar frente al cambio climático. Este es el otro túnel, el mayor, dentro del cual se encuentra el de la pandemia del SarsCov-2.
La pandemia del SarsCov-2 ha puesto a la sociedad contemporánea frente a un espejo, mostrándole la profunda injusticia de su sistema económico, los daños de su alimentación hiperindustrializada, el abandono al que llevó la salud pública, su profunda ineficacia para responder a nombre de la humanidad ante una amenaza. La sindemia, con el cambio climático como su cara más visible, había ya generado en algunos gobiernos la percepción de que era urgente actuar de manera coordinada, de actuar por el bien común planetario. Frente al cambio climático cada gobierno se posiciona de diferente forma: unos preocupados y dispuestos a actuar, otros ignorando lo que ocurre y otros más, negando que exista el cambio climático, negando la propia ciencia. En este último caso destacan entre todos, Trump y Bolsonaro. No extraña que también destaquen por su negación, primero, y su actuación totalmente errática, después, frente al SarsCov-2.
En el grupo internacional de trabajo sobre obesidad de la prestigiada revista The Lancet, tras dos años de labor, produjimos el documento “La sindemia global de obesidad, desnutrición y cambio climático” en el que quedaron expuestos los mecanismos de retroalimentación de las epidemias que constituyen la sindemia, entre ellos: cómo nuestro sistema alimentario está generando las epidemias de obesidad y diabetes, al mismo tiempo que son una de las principales causas de emisiones de gases invernadero y destrucción de ecosistemas; cómo el diseño de nuestras ciudades con alta dependencia del automóvil provoca un enorme consumo de combustibles fósiles y emisiones, al mismo tiempo que provoca estilos de vida profundamente sedentarios que contribuyen al sobrepeso y la obesidad.
La epidemia global de obesidad que forma parte de la sindemia, de estas epidemias que se retroalimentan, es un terreno fértil para la pandemia de SarsCov-2, ya que las personas que están en esta condición tienen un mayor riesgo de agravarse con el Covid-19. Y las medidas de confinamiento para enfrentar la pandemia pueden agudizar el problema de sobrepeso y obesidad al crear las condiciones de un mayor consumo de alimentos ultraprocesados y aumentar el sedentarismo. En uno y otro caso, una epidemia alimenta a la otra.
La crisis del sistema, su profunda incapacidad para responder a los desafíos que enfrenta la humanidad, sea el SarsCov-2 o el cambio climático, está llevando a grupos políticos, previamente defensores del neoliberalismo, a acercarse a posiciones tradicionalmente de la izquierda: a apoyar políticas de intervención gubernamental, a hablar de un salario universal, de sistemas de producción sustentable, de acelerar la transición energética, de recuperar la salud alimentaria.
Hay quienes ven el túnel mayor, el de la sindemia global, por encima del túnel menor, el de la pandemia, planteándose la necesidad de un gran cambio a partir de esta catástrofe sanitaria y económica. Sin embargo, hay quienes ven también la pandemia como una oportunidad para agudizar los controles sobre la sociedad. Y no debe confundirse la demanda de una mayor participación del Estado para guiar la economía y proteger los intereses colectivos, con un Estado totalitario, ya que la protección del bien común sólo es posible a través de un ejercicio democrático en el que se establezcan los mecanismos más eficaces para que este ejercicio sea de la forma más directa posible.
El neoliberalismo destruyó el Estado del Bienestar construido sobre bases más o menos democráticas, disparó la desigualdad al extremo concentrando la riqueza en 1 por ciento de la población, destruyó los sistemas de salud pública, desmanteló la educación pública, desreguló los monopolios y la competencia, y aniquiló los controles y regulaciones de protección ambiental. Los grandes obstáculos para enfrentar la Pandemia con organismos internacionales debilitados y estructuras sanitarias desmanteladas, son resultado de esta ideología. Y la falta de acciones globales para enfrentar de forma eficaz el cambio climático son también el efecto de esta ideología económica que privatiza las ganancias y sociabilizar las externalidades. Mientras unos pocos ganan mucho, la mayoría de la población sufre los daños.
La pandemia del SarsCov-2 sacude a la humanidad y debería ser una oportunidad para que el espejo que nos muestra nos permita realizar un giro profundo para enfrentar la sindemia de obesidad, desnutrición y cambio climático, para dirigirnos a formas de producción y consumo más sustentables y saludables, y a formas de repartir los beneficios que permitan una mayor justicia social, que permitan recuperar nuestro humanismo, el planeta y la salud.
Margaret Mead, una de las antropólogas más reconocida, a la pregunta de un estudiante sobre cuál era el primer signo de la existencia de la civilización, contestó que fue un fémur roto que había sido curado. Explicó que en el reino animal si te rompes una pierna terminas muriendo. Explico que para ser curado ese fémur, alguien había acompañó y cuidado a esa persona para que su fémur lograra cicatrizar. “Ayudar a otro durante la dificultad es donde comienza la civilización”, señaló Margaret Mead. La visión burguesa que influyó en la teoría darwiniana de que el que sobrevive es el más fuerte, es rebatida por una avalancha de evidencia que demuestra que es la solidaridad lo que permite a una especie sobrevivir.
Otro gran antropólogo, Marshal Salins, deja muy claro como la visión darwiniana fue marcada por el mundo en que se creó su autor, un mundo marcado por la competencia. Ver en la naturaleza la lógica de la competencia burguesa, en el fondo, de manera inconsciente, era tratar de darle sello de naturalidad a ese sistema económico. La humanidad sobrevivirá de la mejor manera en tanto en cuanto se reconozca que es la solidaridad, el apoyo mutuo, la esencia de la especie.