'La Mexican Oxy y los desafíos para la 4T'
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“Mexican Oxy” es el nombre que le dan los vendedores de drogas y sus consumidores en Estados Unidos al fentanilo, aunque también es conocida como la “dance fever”, “apache”, “friend”, “goodfellas”, “murder”, “tango and cash” o “China White”. Se vende en tabletas de color azul o en dosis de polvo y, al menos en sus inicios, se parecía a una marca del oxicodona, el analgésico que bajo prescripción médica se empezó a recetar masivamente en Estados Unidos a principios de siglo, el cual marcó el inicio de una epidemia de opioides en el vecino país que ha provocado la muerte de decenas de miles de sus habitantes, al menos 100 mil tan solo en 2022, porque el fentanilo es varias veces más poderoso que el oxicodona, 50 veces más que la heroína y 100 veces más que la morfina.
El fentanilo, dice la reportera del Angeles Times, Kate Linthicum (2 de septiembre de 2019), se producía fundamentalmente en China, el cual enviado por correo invadió las calles de Estados Unidos en 2013. Pero, por lo menos desde 2019, los cargamentos más grandes de fentanilo empezaron a ser transportados desde México donde se importan los precursores químicos de China con los que elabora la droga en boga.
Para producir en Estados Unidos un kilogramo de fentanilo se invierten aproximadamente 32 mil dólares. En México, según el Secretario de la Defensa, 5 mil. Con esa cantidad se fabrican un millón de píldoras con un valor de 20 millones de dólares.
Además de lo enormemente rentable que es traficar esa droga, su producción, traslado y contrabandeo al norte de la frontera es más fácil y menos costoso. Por estos factores no fue nada difícil que los cárteles mexicanos de la droga, al menos algunas de sus fracciones, se concentraran en su producción y comercialización.
El 20 de mayo de 2022, el General Luis Cresencio Sandoval, informó que, del 1 de diciembre de 2018, cuando asumió la Presidencia de la República López Obrador, al 31 de mayo de 2021, se habían asegurado 781 laboratorios clandestinos, la gran mayoría de ellos propiedad del Cártel de Sinaloa y del Cártel Jalisco Nueva Generación. Y tan solo del 21 de mayo al 20 de junio de 2022 se habían incautado 72 laboratorios ilegales más. Como resultado de ello, en el primer periodo, se habían decomisado 22,240 kilos de metanfetamina y 298 kilos de fentanilo. Siendo el precio del fentanilo en las calles de Estados Unidos de 20 millones de dólares por cada kilogramo, según versiones periodísticas y de centros de investigación -a veces muy contradictorias- las ganancias que genera esta droga son enormes.
Al margen de las contradicciones en la información que hay sobre las utilidades del fentanilo, lo cierto es que su consumo y ganancias en crecimiento constante están redefiniendo el negocio del tráfico de drogas ilícitas entre México y Estados Unidos. Y no tan solo eso, están redefiniendo las relaciones diplomáticas entre los dos países. Y, por si fuera poco, están modificando las políticas de seguridad en nuestro País.
La pasada Cumbre de los Líderes de América del Norte, dejó muy claro en la relación México-Estados Unidos que el combate al tráfico de fentanilo es la prioridad número uno en materia de seguridad. Biden y López Obrador, acompañados por Trudeau, el Primer Ministro canadiense, declararon:
“Queremos fortalecer este esfuerzo por combatir el tráfico de fentanilo, combatiendo la cadena misma de suministro, empezando por los químicos precursores con los que se inicia esta cadena”. En particular López Obrador declaró:
“Lo hacemos porque nos importa ayudar a lo que está sucediendo en Estados Unidos, las muertes por fentanilo. No es un asunto solo de Estados Unidos es que, si no enfrentamos este flagelo, lo vamos a padecer nosotros también. Tenemos que actuar de manera coordinada y de eso se trató”.
Sumado a lo anterior, al día siguiente, Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México, declaró que ambos países trabajan para que “haya más extradiciones”, sin duda refiriéndose a Ovidio Guzmán, y porque “sin seguridad no hay prosperidad”; es decir, reiterando la presión a López Obrador para que actúe con más dureza ante el crimen organizado.
Para los habitantes del estado y del gobierno de Rubén Rocha Moya esta postura implica un serio desafío porque el Cártel de Sinaloa tiene como epicentro de este negocio al territorio que habitamos, y más particularmente a Culiacán. Si bien, por el narcotráfico en general, la tierra de los once ríos ha estado presente de manera inevitable en las políticas de seguridad de los dos países vecinos, con el fentanilo, debido a la grave epidemia que produce entre cientos de miles de habitantes de la Unión Americana, el interés se centra como nunca en Sinaloa.
¿Cómo van a reaccionar los hermanos de Ovidio, qué van a hacer “El Mayo” y “El Guano”, frente a la inevitable ofensiva de los gobiernos de México y Estados Unidos contra el gigantesco negocio del fentanilo que aparentemente encabezaba Ovidio? Siendo el tráfico del fentanilo el negocio de las drogas en más rápido ascenso no es imaginable que los capos sinaloenses lo vayan a dejar, así que es de pronóstico reservado lo que el futuro le reserva a Sinaloa y a otros territorios involucrados en una industria que apenas empieza.
Por otra parte, si había acuerdos políticos entre la 4T y el Cártel de Sinaloa, o al menos la fracción de “Los Menores”, este parece que se convertirá en cenizas, lo cual puede traer serias implicaciones sociales y políticas en el conjunto del País, y particularmente en la patria del aguachile.