La mejor compañía

Óscar García
23 octubre 2020

""

Recuerdo como si fuera ayer la emoción que experimentaba por mi próximo encuentro con varios de los maestros que marcaron positivamente mi vida durante mis estudios de Psicología Positiva Aplicada. La cita era en Madrid, muy cerca de la famosa plaza de toros Las Ventas.


Como sucede a muchos de los que tendemos a comportamientos “casi perfeccionistas”, los días previos a un viaje de muchos kilómetros nos enfocan y desenfocan por querer dejar todo bajo control en la ausencia. La vida se encarga de colocar situaciones no esperadas, algunas muy inquietantes, como un desafío antes de partir.


Un vuelo de casi 12 horas es un buen reto para una persona inquieta y puede ser una buena oportunidad para empezar a poner las ideas que incomodan en remojo, como diría mi madre. Son suspiros eternos que se acrecientan en esos momentos de soledad acompañada, cuando observas que todos duermen y tu rumiación te reta a dar vueltas olímpicas por toda la aeronave. Un movido aterrizaje y la tramitología migratoria ocupan la mente, la percepción de largos tramos en metro y la búsqueda del hotel son un poco la necesidad y el deseo de aprovechar cada minuto de la experiencia.


Llegan las estrellas para impregnar un toque mágico a la caminata por la soberbia capital española. Muchas historias asoman los recuerdos a la ventana del alma. Siempre he pensado que somos muy bendecidos los que gozamos de la oportunidad de ventilar en nuevos aires lo que nos inquieta bajo una misma luna. Y es la noche la que despierta esas emociones que desadaptan y nos sacan del tramo de control, zarandean el estado de confort emocional.


¿Has notado alguna vez qué intensas son las emociones desadaptativas durante la noche? Pareciera que somos más abiertos emocionalmente cuando la oscuridad reina. Lo que sea que estés sintiendo parece incrementarse diez veces más. En mis piensos creo se debe a que somos más propensos a estar, por fin, un momento a solas con nosotros mismos.


Llegando al hotel -para variar sin sueño- recurro a mi compra del día (conoces mi afición, sí, dije afición no adicción, a la lectura) en la tienda de libros del Congreso de la Sociedad Española de Psicología Positiva. Confieso que lo compré porque su autor, Miguel Ángel Díaz Escoto, es uno de los maestros que más me impactaron durante el máster por su actividad outdoor (una forma diferente de lo que yo conocía como team building) y su clase de organizaciones emocionalmente inteligentes. Por mucho tiempo se me grabó una imagen que contenía una frase que he hecho mía: “Nadie da lo que no tiene”.


Leí el prólogo, escrito por quien hoy es una de las personas que más admiro por su trabajo de impacto social positivo, Carmen Soler (un orgullo contar con su amistad), e hizo que me entusiasmara en continuar con el primer capítulo, donde me enganché totalmente con el título de este: “Lo aparentemente importante desaparece cuando llega algo que verdaderamente lo es”. Confieso que me retó a buscar con fuerza, ¿qué es lo que verdaderamente lo es? Y desde entonces, “Las 15 cosas que aprendí en el MIT” se convirtió en un libro de consulta en mis momentos “intensamente traumáticos”, en mis intentos de ataques de pánico y en mi búsqueda por ser más inteligente emocionalmente.

Constantemente su lectura me recuerda que muchas veces me encuentro demasiado tiempo ocupado y preocupado por cosas que consideré exageradamente urgentes e importantes, a las que les asigné una prioridad equivocada y me robaron tiempo maravilloso.


Para mí es un privilegio contar con un invitado como Miguel Ángel Díaz Escoto en la segunda temporada de Pensar con Bienestar. Espero que te brindes la oportunidad de escuchar al presidente de la Asociación Nacional de Inteligencia Emocional en España, un perfil profesional único, un coach empresarial y de vida congruente, un ser humano experto en emociones que disfruta compartir su expertise con quienes lo rodean.


Te espero en mi página @LicOscarGarciaCoach, para que juntos disfrutemos este domingo 25 de octubre, a las 11:30, tiempo de Mazatlán, de una buena compañía para nuestro reconocimiento emocional.