La máquina descompuesta
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Editorial
México se ha convertido en una máquina de producir desgracias, las produce de manera tan acelerada que en algún momento hemos perdido la capacidad de sorpresa y desde hace unos años esa máquina produce desgracia tras desgracia, en una sucesión infinita que parece imparable.
¿Quién se acuerda hoy de lo que pasó hace menos de un mes? Cuando cada semana ocurre algo que hace que la desgracia pasada parezca algo tan lejano y pequeño que no vale la pena dedicarle más tiempo del que le hemos otorgado.
Navega en el océano de Internet, o de las redes sociales, como lo llamamos ahora, un video donde se observa un asalto en la Ciudad de México.
La cámara se encuentra en algún lugar del interior de una combi, esos peseros que recorren de forma incesante los laberintos de la capital, y capta a un joven pasajero que se levanta de su asiento, descubre una pistola y comienza a robar.
Lo sorprendente es la reacción de los pasajeros, nadie se asombra, nadie reclama, todos entregan su celular, un billete, unas monedas.
El ladrón termina su colecta y se baja del vehículo, el viaje prosigue, como si no hubiera pasado nada, los asaltos son tan cotidianos que se han convertido en una nueva forma de mendicidad.
¿Quién se acuerda de las balaceras en Culiacán ocurridas el 17 de octubre pasado? Un suceso que llegó a los rincones de todo el mundo y que fue rápidamente acallado por la masacre de la familia LeBarón en los desiertos de Sonora y Chihuahua.
¿Quién se acuerda de esa desgracia? Con la llegada de Evo Morales a México, en un País que hace tiempo perdió la memoria de largo plazo y ahora se empeña en olvidar hasta los sucesos que acaban de ocurrir hace 15 días.
¿Qué tragedia ocurrirá mañana o la siguiente semana? Cualquier cosa lo suficientemente fuerte para olvidar todo y seguir alimentando un presente repleto de escándalos y falto de resultados.