La luz de la vida
Tu vida se extinguió lentamente, como cirio que ilumina su entorno con titubeante llama que danza dulcemente mientras aguarda el amanecer. Sí, el alba encontró tu alma fresca y radiante, a pesar de que tu anochecido cuerpo mostraba el cansancio y las huellas del férreo combate que entabló sin claudicar.
No era una luz que deslumbrara, aturdiera ni opacara, sino un rayo que iluminaba con calidez, alegría y sonrisa a familia, amigos, y todos los espacios y seres que tocaba, pues a cada quien compartía un resplandor personalizado.
Desde que somos bautizados se nos confiere un cirio encendido, cuya luz subraya la misión que se nos comunica para iluminar y disipar las oscuridades y tinieblas de este mundo.
Esa mística luz brinda consuelo, paz y esperanza en los momentos de turbación, dolor y agonía. La luz es el elemento fundamental para esbozar, trazar, dibujar, pintar y culminar una obra de arte.
Además, de proporcionar luz, la vela cumple con la función de perfumar el espacio. En efecto, su aroma disipa los malos olores que incomodan y lastiman nuestro olfato con aromático bálsamo que relaja, inspira, motiva y dinamiza para transformar cualquier ambiente y situación.
Susana Patricia Muñoz Orozco, cumpliste a cabalidad tu misión. Derramaste contagiosa alegría y compartiste radiantes momentos de amor y amistad. El 4 de noviembre, al preguntar a tu mamá por tu salud, me respondió: “No sé cómo decirte, pero no le veo mejoría, como si se me fuera apagando un poquito cada día. Los doctores dijeron que ya no pueden hacer nada por ella. Aquí tengo enfrente la imagen de la Virgen de Guadalupe pidiéndole que me la alivie, o que me dé una gran fortaleza porque no sé si pueda con ese dolor”.
¿Custodio y comunico la luz?
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