La investidura del periodista
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amparocasar@gmail.com
A las y los periodistas de MCCI
Las cifras varían, pero todas las fuentes coinciden: México es uno de los países más peligrosos para el ejercicio del periodismo. Organizaciones nacionales -particularmente Artículo 19- e internacionales han denunciado por años que “la situación de periodistas en nuestro País solo se puede comparar con la de países en situación de guerra” y que las prácticas intimidatorias contra la prensa son constantes.
Artículo 19 documenta que tan sólo en 2019 se produjeron 609 agresiones contra periodistas, 10 de las cuales fueron asesinatos. Esta cifra representa un incremento de casi 100 por ciento respecto al primer año de gobierno de Peña Nieto. La impunidad ha sido y sigue siendo del 99 por ciento. Nada ha cambiado. Si cabe, ha empeorado.
Hay otra situación que daña de manera permanente la libertad de expresión. Se trata de los ataques sistemáticos contra quienes se dedican a investigar, informar y opinar; contra quienes tienen un lugar en los medios y disienten, contradicen o desmienten la palabra presidencial.
Hacer todas estas cosas, sin miedo a represalias, es indispensable para vivir en democracia. Son los reportajes del periodismo de investigación, la cobertura de los eventos diarios -incluidos los de la pandemia en la que los reporteros arriesgan la vida- y los artículos o programas de opinión, los que visibilizan los problemas y ofrecen información que a los gobiernos les interesa callar o manipular. Los que dan o amplifican la voz de las víctimas para que sus demandas lleguen a la atención de las autoridades. Es a través de sus productos periodísticos que se vigila desde el ámbito privado el ejercicio del poder. Ellos contribuyen a poner diques a la discrecionalidad, la corrupción, las ilegalidades, la impunidad y, también, a las consecuencias de las políticas públicas.
Todas estas tareas esenciales en cualquier democracia han sido puestas en jaque por el gobierno que ha dicho una y otra vez que con él, la democracia por fin llegó a México.
No hace falta ejercer la censura burda y abierta. No hay que cerrar periódicos o radiodifusoras, pedir a los dueños de medios que despidan a los adversarios o imponer una línea editorial. Siempre ha habido otros métodos: repartir publicidad de manera discrecional, entregar contratos, privilegiar interlocuciones o utilizar recursos públicos y agencias gubernamentales como Notimex para denostar a la prensa y los periodistas.
Estas prácticas se siguen utilizando. Pero hoy el método preferido es otro: descalificar, desautorizar, desacreditar y mofarse desde el púlpito presidencial. Gritar a cielo abierto que, “en México no hay un periodismo profesional ni independiente”. Dañar la reputación o estigmatizar sin ofrecer prueba alguna es atentar contra la libertad de expresión y la pluralidad propias de la democracia.
El Presidente no se ha caracterizado por predicar con el ejemplo. Nos dice quédate en casa pero él se va de gira, nos pide que usemos cubrebocas pero él no lo hace, nos pide no difundir fake news y, según Spin Caller de Comunicación Política, él divulga un promedio de 41 afirmaciones no verdaderas al día. Pide al Gobernador de Jalisco respeto a la investidura presidencial pero él no respeta la investidura de otros. No respeta la investidura de los médicos, ni de los investigadores, ni de las mujeres, ni de los científicos, ni de los ambientalistas, ni de los deportistas, ni de las víctimas, ni de…
Particularmente no respeta la investidura de los periodistas ni de las publicaciones. No llevo la cuenta de a cuántos periodistas ha denostado o mentado de manera sarcástica porque sólo llaman la atención los nombres más notables como Loret, Krauze, Zukermann, Gómez Leyva o Pascal Beltrán, director de mi casa editorial. Tampoco llevo la cuenta de los medios nacionales como Reforma, el Universal, Milenio o Proceso y los internacionales como el New York Times, el Washington Post o el Wall Street Journal. Conozco las que ha hecho de las organizaciones de la sociedad civil. En particular de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad porque tengo el honor de co-presidirla y de atestiguar el rigor del periodismo de investigación que hacen todos y todas mis compañeras encabezadas por Salvador Camarena. Si algo los caracteriza es su profesionalismo, su independencia y su honestidad. En este caso, las menciones derogatorias a la organización han sido 13 y a Claudio X González, 15. Ejercer el periodismo de investigación con esta espada de Damocles encima es tan difícil como admirable.