La importancia del autocuidado en la lucha política

Claudia Calvin
07 julio 2024

Audre Lorde lo dijo con todas sus letras: “Cuidar de mí misma no es indulgencia, es preservación propia y eso es un acto de guerra política”, y algo sabía ella como activista afroamericana, escritora y defensora de los derechos civiles en Estados Unidos.

La palabra autocuidado suele asociarse con prácticas generales de bienestar como pueden ser los masajes y los spas, pero en realidad el concepto tiene una esencia mucho más profunda e implica la atención integral a nuestra salud física, mental y emocional. La Organización Mundial de la Salud la define como ​​”la capacidad de individuos, familias y comunidades para promover la salud, prevenir enfermedades, mantener la salud y hacer frente a las enfermedades y discapacidad con o sin el apoyo de un proveedor de atención médica”.

Es un concepto que considera a las personas desde su integralidad y en la historia reciente de la humanidad y del movimiento feminista en particular, se ha tomado como una forma de resistencia y compromiso político.

El autocuidado adquiere relevancia e impacto en contextos de violencia, persecución y acoso político. Me explico. Las personas y grupos que viven en condiciones de marginación, asedio, persecución y hostigamiento cotidiano enfrentan una presión constante que lleva la mayor parte de las veces al agotamiento físico y emocional de quien o quienes lo viven. La práctica y hábito del autocuidado en estas circunstancias no solo ayuda a mantener la salud personal, sino que también desafía las estructuras opresivas que buscan deshumanizar y controlar.

Es en el contexto de la lucha por los derechos civiles y el movimiento feminista a finales del siglo pasado que el autocuidado dejó de ser una cuestión médica para convertirse en acto político.

Un ejemplo histórico de esto son las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, quienes, durante la dictadura militar, encontraron en sus reuniones semanales una forma de autocuidado colectivo que les permitió mantener su lucha por la justicia y la verdad. Estas reuniones no sólo eran actos de protesta, sino también espacios para compartir dolor y fortaleza. Esta acción, como sabemos, le costó la vida a muchas de ellas.

Ericka Huggins, Angela Davis, y antes Rosa Parks, practicaban yoga y meditación como técnicas de empoderamiento para el combate contra la injusticia social en Estados Unidos.

El Fondo Centroamericano de Mujeres destaca permanentemente una idea en su trabajo y programas: somos más fuertes cuando nos cuidamos a nosotras mismas.

En la actualidad vemos cómo activistas contemporáneas han integrado el autocuidado en sus estrategias de resistencia. Malala Yousafzai, después de sobrevivir a un ataque talibán, utilizó el autocuidado para recuperarse y continuar su lucha por la educación de las niñas. Es una gran promotora del autocuidado y evitar el burnout.

El autocuidado no es solo un acto individual, es también una acción colectiva y comunitaria. La creación de redes de apoyo y sororidad fortalece la resistencia colectiva. Harriet’s Apothecary, por ejemplo, es una organización estadounidense que integra la sanación y el autocuidado en sus estrategias de justicia social, apoyando a las comunidades en la creación de espacios de sanación y justicia. Estas redes de apoyo proporcionan un refugio emocional y permiten a las personas compartir experiencias y estrategias de resistencia .

Para las mujeres el autocuidado es un acto de subversión. Una sociedad que se ha acostumbrado a esperar incondicionalidad de las mujeres, que “den todo por amor” a sus hijos, la pareja, los padres, a las demás personas, que si hacen algo por y para ellas son consideradas “malas mujeres” o egoístas, observa el autocuidado femenino como un desafío. En una narrativa machista, deshumanizadora y patriarcal, las mujeres deben vivir para las y los demás y no verse ni cuidarse a sí mismas, o si lo hacen, deben hacerlo de manera mínima y suficiente para mantenerse vivas y seguir actuando ese rol secundario de cuidadoras incondicionales de la sociedad.

Nada le resulta más útil a un sistema político que mujeres a favor de la igualdad, los derechos y la democracia estén agotadas y con problemas de salud física y mental. Que existan, pero que no hablen ni actúen y, para garantizar su silencio y marginación, el agotamiento y la enfermedad resultan aliadas inigualables. Por ello pasar de la narrativa y la acción de cuidar a otros a pasar a cuidar de nosotras mismas resulta tan importante.

En tiempos de crisis y amenaza, el autocuidado no es sólo un compromiso personal sino un acto político y una forma de resistencia.

El mundo necesita hoy personas en su centro y pensando con claridad para contrarrestar la polarización y las violencias que existen así como sus diversas manifestaciones. Por ello quiero poner el foco de atención sobre el valor e importancia del autocuidado como una manera de resistir y actuar políticamente. Hay que poner en práctica esta herramienta heredada del feminismo para invocar y trabajar por las mejores causas.

Cierro con la visión, una vez más, de Audre Lorde: cuidar de nosotras mismas es una forma de preservar nuestra humanidad y luchar contra la opresión.

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Internacionalista y politóloga, fundadora de Mujeres Construyendo

www.mujeresconstruyendo.com

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