La ilusión de comunicación
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Nadie duda de la eficacia de la digitalización y de las ventajas que trajo internet al acelerar el proceso de la comunicación de manera instantánea y masiva, permitiendo que el mundo laboral, el conocimiento y el ocio se desarrollaran de manera exponencial.
Sin embargo, esta hipercomunicación -utilizando la nueva moda léxica- deslinda la interacción interpersonal y manejo de las emociones, aun cuando se le busque suplir con los “emoticones”. En definitiva, es una comunicación aislada, solitaria y sin auténtica relación en el ciberespacio.
En los números 42 y 43 de la Encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco abordó este tema denominándolo “La ilusión de la comunicación”, en el que advirtió del peligro de la desaparición del derecho a la intimidad en esta era digital:
“Todo se convierte en una especie de espectáculo que puede ser espiado, vigilado, y la vida se expone a un control constante. En la comunicación digital se quiere mostrar todo y cada individuo se convierte en objeto de miradas que hurgan, desnudan y divulgan, frecuentemente de manera anónima. El respeto al otro se hace pedazos y, de esa manera, al mismo tiempo que lo desplazo, lo ignoro y lo mantengo lejos, sin pudor alguno puedo invadir su vida hasta el extremo”.
No obstante, sus motivos de mayor preocupación son la dependencia, aislamiento y progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, que obstaculiza las relaciones personales auténticas:
“Hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana. Las relaciones digitales… tienen apariencia de sociabilidad… La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad”.
¿Me conformo con una relación puramente digital?