La hipocresía corporativa en las causas justas

Alberto Kousuke De la Herrán Arita
08 marzo 2020

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alberto.kousuke@uas.edu.mx


El calentamiento global, la injusticia social, y la violencia contra la mujer son los principales problemas de nuestra sociedad. En los últimos años, las corporaciones se involucran cada vez más en la conversación política, en lo que hoy se denomina “activismo de mercado”.

¿Existe el capitalismo con conciencia social?

No hace falta haberse zampado “El beneficio es lo que cuenta” de Noam Chomsky para darse cuenta de que el interés de la mayoría de las compañías es generar dinero, no cambiar el mundo.

Múltiples empresas afirman ser más sustentables, sensibles, o reflexivas. Algunas de ellas están adoptando la estrategia de apropiarse de los movimientos sociales para desplazar a sus competidores menos progresistas, sin tomarse el tiempo para analizar y modificar la cultura y valores de ellas mismas.

Esta práctica conocida como “woke-marketing” consiste en la apropiación de valores éticos y progresistas como un medio para generar más ganancias, mientras se esconde el lado oscuro del modelo económico capitalista convencional.

Tomemos como ejemplo a la corporación Coca-Cola, una de las 60 empresas que firmaron el Acuerdo Nacional para la Nueva Economía del Plástico en México con el objetivo de impulsar una adecuada gestión de los residuos, a través de un modelo de economía circular. En este acuerdo se comprometieron a establecer objetivos claros y ambiciosos para 2030 (no traen prisa), mediante la innovación y rediseño de plásticos reusables, reciclables, compostables o aprovechables.

Un compromiso loable sin duda, no obstante, ¿dónde queda su responsabilidad ante las miles de toneladas de plástico que contaminan nuestra agua y tierra? ¿dónde quedó su deuda con los millones de mexicanos que padecen obesidad y diabetes por el consumo de sus productos?

Este es uno de tantos ejemplos de compañías inescrupulosas que solo buscan explotar el patrimonio e integrantes de una comunidad, a expensas de unos algoritmos computacionales con el propósito de generar más ganancias.

Lo mismo ha sucedido con el movimiento femenino 9M. Empresas como los Casinos Caliente se suman a este paro de actividades, pero siguen promocionando sus casinos con publicidad sexista. Grupo Salinas (TVAzteca) ofreció su respaldo a las trabajadoras que se sumen al paro laboral, pero les descontará el día a aquellas que no acudan a trabajar. Instituciones eclesiásticas se pronuncian en contra de la violencia hacia la mujer, pero continúan incitando la discriminación hacia los miembros LGBTTTIQ, oponiéndose al aborto legal, y protegiendo a sus servidores pederastas.

Los derechos humanos, la discriminación, y el calentamiento global son temas complejos que no se resolverán solamente con una campaña mediática asombrosa. No existe evidencia de que alguna campaña publicitaria de este tipo haya cambiado alguna injusticia social.

El progreso se adquiere a través de la protesta y el cambio, no mediante publicidad bien intencionada.

Tal vez algunos de nosotros pensamos que las empresas tienen mayor poder que el gobierno para resolver problemas sociales, pero se necesitan más que palabras en una campaña publicitaria. Las empresas deben de ser activas y visibles en sus comunidades, luchando por sus causas preferidas.

Existe un vacío en el contexto político actual, donde la sociedad busca un mensaje positivo o esperanzador. En este ambiente, probablemente exista algo de virtud en algunas compañías que adoptan una postura en estos temas políticos, cuando simplemente podrían quedarse callados.