La hermana muerte

Rodolfo Díaz Fonseca
14 julio 2020

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@rodolfodiazf

 

La muerte vive en nosotros desde el momento en que comenzamos a existir. Es nuestra permanente compañera y su presencia se hace más palpable a medida que nuestra vida avanza, pues el desenlace se vislumbra más cercano.

No obstante, a pesar de su incesante cortejo, nos apegamos tanto a la vida que no quisiéramos que el encuentro final llegara a concretarse, aun cuando no hay nada que temer; pues, como dijo Epicuro: cuando nosotros somos, ella no es; y cuando ella es, nosotros ya no somos.

San Francisco de Asís desmitologizó este miedo a la muerte llamándola no simplemente compañera, sino hermana. Incluso, si no nos atrevemos a considerarla hermana, podríamos citar las palabras que Thomas Wolfe puso en su boca: “No soy ni amable, ni cruel, ni amorosa, ni vengativa”.

En este tiempo de pandemia todos hemos sentido muy presente a la muerte, ya sea en familiares, vecinos, amistades o compañeros. El trance es doloroso, pero debemos afrontarlo con ecuanimidad, sentido común y madurez. El filósofo John Locke adelantó así su epitafio:

“Detente, viajero. Aquí yace John Locke. Si te preguntas qué clase de hombre era, él mismo te diría que alguien contento con su medianía. Alguien que, aunque no fue tan lejos en las ciencias, sólo buscó la verdad. Esto lo sabrás por sus escritos. De lo que él deja, ellos te informarán más fielmente que los sospechosos elogios de los epitafios. Virtudes, si las tuvo, no tanto como para alabarlo ni para que lo pongas de ejemplo. Vicios, algunos con los que fue enterrado. Si buscas un ejemplo que seguir, en los Evangelios lo encuentras; si uno de vicio, ojalá en ninguna parte; si uno de que la mortalidad te sea de provecho, aquí y por doquier”.

¿Considero hermana a la muerte?