La guerra en Ucrania y la coyuntura nacional
La coyuntura política internacional y nacional es compleja como pocas veces hemos visto en décadas.
Por el momento la postura de México ante el conflicto bélico en Ucrania no ha generado grandes repercusiones económicas y políticas en nuestro país, pero dependiendo de su evolución podría haberlas y muy fuertes.
Habría que poner en duda la amenaza rusa de utilizar armas nucleares si es que Estados Unidos y los países europeos occidentales profundizan sus presiones a Moscú y el apoyo a Kiev. Ya en sí la amenaza es un absurdo, pero si se llegasen a utilizar los misiles nucleares estaríamos ante un acto demencial y suicida porque los estadounidenses responderían de la misma manera, y la humanidad enfrentaría una crisis mundial sin precedentes donde nadie saldría ganando.
Aun sin que se echara mano de esas armas, de una letalidad aún mayor de cuando se utilizaron en Hiroshima y Nagasaki, la prolongación de la guerra en unos cuantos días aceleraría la inflación y el estancamiento económico mundial. En México, ya han dicho los expertos, a pesar del drástico aumento del precio del petróleo y mayor ingreso para Pemex de esa materia prima, tendría que gastar cifras mayores por la importación de gasolina, diesel, gas y otros energéticos. Muy seguramente se elevarían los precios de los cereales, sobre todo del maíz y trigo, de los que México también es importador. En fin, son varios los productos que costarían mucho más caros que en la actualidad. Esa potencial crisis económica ahondaría los ya de por sí serios problemas de crecimiento en México.
Por otra parte, la postura política de México tendrá que ser mucho más definida; es decir, tendría que alinearse más claramente con Estados Unidos y Europa Occidental, o sostener una postura de equilibrio entre los dos campos beligerantes, como ha intentado, lo cual sería prácticamente imposible ante una escalada de la guerra.
Los intentos de neutralidad o autonomía diplomática de México ante Estados Unidos frente a conflictos internacionales en otros momentos fueron importantes pero escasos. Por ejemplo, cuando Estados Unidos impuso en la OEA un rompimiento de relaciones con Cuba en 1962 México se resistió y mantuvo una postura propia. O cuando se definieron posiciones ante la Guerra Civil en El Salvador a principios de los 80, México, con Miguel de la Madrid, salió avante con una diplomacia confrontada a la Ronald Reagan. Sin embargo, esos casos fueron anteriores a la firma de los tratados comerciales en América del Norte, el aumento masivo de la emigración mexicana a Estados Unidos a partir de mediados de los 80 y la cada vez mayor dependencia de las remesas que envían nuestros paisanos desde suelo norteamericano. Es tan evidente la dependencia a Estados Unidos que el gobierno de López Obrador, con matices de izquierda nacionalista, acató una a una las políticas migratorias del ultraderechista Donald Trump e, incluso, sus groserías antimexicanas. Ni siquiera gobiernos neoliberales, como el de Miguel de la Madrid, aunque anteriores al TLC, se agacharon tanto a Estados Unidos como lo hizo López Obrador ante el magnate de cabello pigmentado.
Y es que la vecindad geográfica con Estados Unidos no permite otra cosa en el mundo contemporáneo.
En otra dimensión de la coyuntura, Palacio Nacional cruza muchas tempestades, como el incremento de la violencia criminal y las críticas a las conductas del hijo mayor del Presidente, así como sus enfrentamientos con numerosos periodistas y los manejos enmarañados del poder que hacía Julio Scherer Ibarra cuando estaba al lado de Andrés Manuel López Obrador.
Y, en efecto, son muchas las tempestades que dejan caer sus relámpagos sobre el hombre de Macuspana, pero su capacidad para resistirlas sigue siendo sorprendente.
Según varias casas encuestadoras que observan sus niveles de popularidad entre la ciudadanía, aunque reprueban decisiones específicas de gobierno, siguen siendo altos para un Gobierno con tantos problemas y en medio de crisis múltiples. El Financiero le otorga 54 por ciento de aceptación, con una caída del 7 por ciento en relación al mes anterior; Mitofsky otorga cifras parecidas, Buendía lo califica mejor con el 65 por ciento, y Enkoll concede el 54 por ciento, durante el mes de febrero; es decir, mes donde ya se midió el impacto del reportaje de Loret de Mola sobre el hijo de AMLO.
Es probable que si el político tabasqueño fue capaz de resistir el embate más intenso de su gestión presidencial y no descendió a menos de 50 por ciento de aceptación, será muy difícil que otra atmósfera pública contraria lo sepulte. Quizá, lo único que podría tumbarlo de los niveles mayoritarios de aceptación ciudadana, y con él a Morena, sea una devastadora crisis económica resultado de la prolongación por meses del conflicto bélico en Europa Oriental.
Ya veremos.
No sabemos aún cómo la crisis internacional pueda afectar a Sinaloa y cómo la imagen de AMLO impacte en la administración del Rubén Rocha Moya, pero al menos en la pasada visita presidencial vimos a un presidente muy cómodo y cálido con el Gobernador, al que le dedicó palabras elogiosas y anunció la urgente reparación del puente de El Quelite, cifrada en varias decenas de millones de pesos, entre otras cosas.
En la política de imágenes, aunque Estrada Ferreiro buscó afanosamente una fotografía con el Presidente y logró una muy comprometida, “El Químico” Benítez no se ve en ninguna, al menos que hayan resaltado los medios, y el doctor Rocha pudo presumir de varias muy favorables.
Lo anterior es significativo porque, al menos en esta coyuntura, es claro que el Gobernador recibe el respaldo político del inquilino de Palacio Nacional ante las pretensiones del Alcalde mazatleco que presume mucho su amistad con AMLO.
Quien también debe entender este mensaje político es el Secretario de Salud, Héctor Melesio Cuén, porque continúa haciendo declaraciones políticas que no corresponden a su función. En la más reciente cayó en la provocación de los reporteros cuando le preguntaron sobre la resolución del Tribunal Electoral del Estado de Sinaloa y dio una respuesta que no le corresponde porque no es dirigente partidario- claro, oficialmente, porque él es el único dirigente real del PAS- y debe guardar las formas. Cuén Ojeda aún no aprende a respetar su papel en el Gobierno de Sinaloa y a guardar prudencia política.