La guerra de los pasteles

Rodolfo Díaz Fonseca
02 mayo 2020

""

rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf

 

No, nos vamos a referir en esta colaboración a la famosa guerra que se suscitó en 1838, debido a que unos oficiales mexicanos organizaron en 1832 una fiesta en un restaurante de Tacubaya, propiedad de un francés de apellido Ramontel, y se comieron todos los pasteles negándose a cubrir el monto de lo consumido y de los destrozos.

Varios navíos franceses llegaron a Veracruz e hicieron vomitar sus cañones contra San Juan de Ulúa. Al negociar, se llegó al acuerdo de que México pagara 600 mil pesos de indemnización.

Esta digresión sirve como preludio al contenido de esta columna para reflexionar sobre lo acontecido el jueves 30 de abril en Culiacán, cuando cientos de personas hicieron largas filas en establecimientos de pasteles y pizzas para festejar el Día del Niño. ¡Qué grado de incultura e insolidaridad reflejamos! La recomendación fundamental es: ¡Quédate en casa!, a fin de evitar ser contagiado o ser portador del virus que contagie a tus familiares.

Sí, los niños merecen todo nuestro cariño y atención. Sin embargo, no debemos olvidar que la educación también implica enseñarles la austeridad y el sacrificio.

Francisco Gras, director de la Escuela de Padres Mi Cumbre, en un artículo publicado el 31 de enero de 2014 en el periódico ABC, expresó:

“Desde que nacen los hijos nos hemos esforzado en mimarlos en exceso, partiendo del principio de que han de tener lo que nosotros no pudimos alcanzar… De esta forma les acostumbramos a vivir sin carecer de nada y a conseguirlo sin esfuerzo. Los jóvenes así educados no cambiarán nunca y es probable que no sepan hacer frente a sus obligaciones familiares actuales ni futuras. Este es el camino más corto para conformar una sociedad insolidaria por su falta de virtudes, valores e individualismo”.

¿Educo en la austeridad?