La gobernanza en tiempos del coronavirus

Vladimir Ramírez
14 abril 2020

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@vraldapa

 

Hace apenas 13 días que el Gobierno de la República declaró estado de emergencia sanitaria debido a la epidemia de enfermedad generada por el Covid 19. El saldo continúa muy desfavorable en todo el País, la pandemia cobra vidas y anuncia una crisis económica de dificultades nunca antes enfrentadas.

Las últimas medidas tomadas por los distintos niveles de Gobierno para tratar de detener el crecimiento de los contagios ha creado prácticamente una parálisis económica de comercios y empresas consideradas como de actividades no prioritarias. México está entre los países del G-20 con el mayor impacto potencial a su economía debido a los cierres y paros de actividad como medidas de contención por Covid-19. Los paros en la actividad industrial y de servicios debilitará sustancialmente las perspectivas de crecimiento.

Organismos como la OCDE indican que las implicaciones para el crecimiento anual del PIB dependerán de muchos factores, incluida la magnitud y la duración de los cierres o paros nacionales, el alcance de la reducción de la demanda de bienes y servicios en otras partes de la economía y la velocidad a la que surte efecto un importante apoyo de política fiscal y monetaria.

Esta es una realidad súbita que trajo consigo una situación de daño irreparable, vivimos una crisis mundial que incluye dos aspectos fundamentales en nuestras vidas, una sanitaria y otra económica. La primera considerada como indispensable en tanto involucra aspectos de la salud que garantizan la conservación de la especie humana, calidad de vida, etc. La segunda como fundamental puesto que en todo modelo económico se cimenta el funcionamiento de las estructuras de una sociedad en la que, de distintas maneras y dimensiones, todos dependemos de la economía.

No obstante, los efectos mundiales de la pandemia plantean escenarios en los que incluso se esperan cambios definitivos en muchas de las relaciones tanto sanitarias como económicas. Una vez que haya pasado la pandemia, lo que conocemos como normalidad social será muy distinta, se espera una sociedad que enfrente un reacomodo con altos niveles de desempleo, crecimiento de la pobreza y hambre en todas las entidades del País.

Se estima también por algunos analistas que la vida cotidiana tendrá nuevas formas de relación, consideran como muy probable que nuestro lugar de trabajo sea la casa, que la interacción con los vecinos sea de mayor comunicación, que la seguridad social y los servicios de salud gratuitos sean de mayor prioridad en nuestras familias, que prevalecerá más el deseo del ahorro por encima del gasto y que la idea de depender del Estado será cada vez de mayor consenso entre la ciudadanía que depende de un salario. Lo mismo un nuevo entendimiento de la globalización con el cierre de fronteras y medidas de protección a los mercados internos entre naciones.

Lo mismo se asevera que iniciamos una reflexión social más profunda con respectos a las prioridades en cuestiones como el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, por encima del PIB, el crecimiento económico y las variables macroeconómicas. De la valiosa oportunidad de modificar hábitos, para asegurar un futuro digno a nuestra especie y a nuestra relación con el planeta.

Tenemos ahora el reclamo de ayuda de diferentes sectores sociales, miles de empresarios y cientos de miles de comerciantes y restauranteros claman el apoyo a los gobiernos, principalmente al Gobierno federal. Pero también sabemos que, aunque no se escuchen igual que en los medios y redes sociales, hay en estos momentos decenas de millones de mexicanos en situación de pobreza que se debaten en el día a día entre la incertidumbre de un ingreso y la alimentación en sus familias. Una pobreza que ya existía, que por desgracia se agravará y a la que habrán de sumarse muchos más que han perdido su empleo.

En esta situación de crisis y excepción, de costo humano y económico nacional y mundial, ninguno se salva y ninguno está inmune, ni ricos ni pobres, ni gobiernos ni gobernados, nadie. Sin embargo, la tensión se siente, diversos sectores organizados de la sociedad lanzan en su desespero la condena política para el caos de la gobernabilidad si no se resuelven sus demandas.

Pero todos sabemos que el camino en estos momentos es de la solidaridad y no el de la individualidad, donde prevalezcan las leyes, el Estado de Derecho, los poderes y gobiernos para que nuestra sociedad pueda resistir de la mejor manera esta irremediable crisis. Que la gobernanza conviene a todos.

La esperanza y el aprendizaje de esta terrible y aleccionadora experiencia nos señala que el camino para salir de esta dificultad colectiva se cimenta en la fortaleza de nuestras instituciones.

Que la libertad en estos momentos es más importante como medio y no como un fin y que la igualdad no está ahora en la justicia sino en lo justo. Que es un momento propicio para descubrir el significado de la benevolencia como virtud de generosidad entre seres humanos.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.