La fuerza de voluntad

Óscar de la Borbolla
17 agosto 2020

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@oscardelaborbol

SinEmbargo. MX

Hay unas fuerzas que no son consideradas por la física, pero que también actúan sobre el mundo, principalmente en el humano; fuerzas que van más allá de esas cuatro que según la ciencia rigen en todo el universo: la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil.

Me refiero, por ejemplo, a la fuerza de voluntad. A esa determinación que lleva a una persona más allá de su límite y que le permite dar de sí resultados objetivamente imposibles. Piénsese en el nadador que, por un reto, se adentra en el mar y consigue superar a todos: la distancia que alcanza no solo se debe a su condición física, sino a la decisión suicida de no dejar nada para el regreso.

Me interesa este nadador, pues en él se hace dramáticamente patente lo que caracteriza la fuerza de voluntad, porque ésta no es el mero empeño tesonero que consigue proezas, sino la decisión de echar al fuego la propia existencia con tal de lograr un propósito que a todas luces es inalcanzable.

Se ha devaluado tanto la idea de la fuerza de voluntad que hoy se usa, sobre todo, para referirse a las renuncias que uno consigue imponerse. Se dice que mantener una dieta o dejar el cigarro representan fuerza de voluntad, destacando así la faceta en la que dicha fuerza se ejerce contra uno para contenerse y no en contra de lo demás para imponerse. Un tiempo desmayado es el nuestro en el que se valora la fuerza al servicio de los límites y no la fuerza para desbordar las fronteras.

Fuerza es lo que hace falta para ir más allá de uno y de todos, y no para controlarse a uno mismo. Fuerza la que enseña el árbol al reventar la banqueta para ensancharse y crecer, y no la del equilibrista que puede mantenerse una hora sobre una piedra sin moverse. Fuerza es la del huracán que atropella y arroja a un lado a todo aquello que quiere interponérsele y no la de la fe que todavía no ha movido ninguna montaña. Fuerza es la que se requiere para crear hoy que el mundo está abarrotado de inventos y no la que hace falta para adaptar, repetir o producir en serie lo ya dado.

Amanecí nietzscheano, como lo habrá notado alguno, pero quisiera hacer una pregunta honesta, una pregunta que no se responda a la ligera con un juicio sumario, sino que resuene por un largo rato y cada quien encuentre, luego de ponderarlo mucho, su propia respuesta: ¿a cuál de estas dos formas de la fuerza debemos cuanto hay de placentero en el mundo? ¿A la fuerza de voluntad que sirve para detenernos o a la que ha servido para expandirnos?