La fractura que no vio Arnoldo

Ernesto Hernández Norzagaray
16 noviembre 2019

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‘...nunca se imaginó que post mortem, el día en que en el Congreso del Estado le reconocía su trayectoria democrática poniendo en letras doradas su nombre, sería testigo silencioso de una última ruptura entre los que se reclaman herederos de su legado, del legado de la izquierda’.

Ernesto Hernández Norzagaray

Arnoldo Martínez Verdugo, el político de izquierda más relevante que haya nacido en Sinaloa, fue desde la dirigencia del PCM, testigo privilegiado de las rupturas en el movimiento comunista internacional pero nunca se imaginó que post mortem, el día en que en el Congreso del Estado le reconocía su trayectoria democrática poniendo en letras doradas su nombre, sería testigo silencioso de una última ruptura entre los que se reclaman herederos de su legado, del legado de la izquierda.

Recordemos, Martínez Verdugo, asumió el cargo de Secretario General del PCM en 1963 en medio de la secuela de la crisis de los misiles en Cuba y la llegada de Nikita Kruschev al mando soviético, después de la muerte de José Stalin en 1953, y desde el Kremlin inició el periodo de desestalinización que provocó el surgimiento de los ismos comunistas contra el llamado revisionismo soviético. Es decir, la hegemonía que Stalin había ejercido treinta años empezó a derrumbarse y provoca la ruptura del movimiento comunista internacional agrupado en la llamada Internacional Comunista que había empezado con el trotskismo desde los años veinte continuando con el titoismo yugoslavo, el maoísmo, fidelismo, guevarismo y el eurocomunismo que evolucionó hacia una suerte de socialdemocracia roja.

Entonces, a Martínez Verdugo como dirigente le tocó la mayor parte de estas rupturas ideológicas del Siglo 20, que llegaron a fracturar al PCM surgiendo a cada paso corrientes estalinistas, prochinas, guevaristas y ya en los setenta le tocó impulsar la renovación con las ideas de las corrientes más modernas, más orientadas a la socialdemocracia. Así, empató sorprendentemente en 1976 en una coalición heterodoxa de izquierda con los trotskistas de la Liga Socialista en la candidatura presidencial testimonial de Valentín Campa y que daría paso a la reforma electoral de 1978 que renovaría el sistema de partidos con una clara orientación hacia la izquierda.

En 1981, empieza el proceso corto de disolución del PCM para convertirse en el PSUM, que todavía conservó la hoz y el martillo comunista. En esa confluencia de fuerzas vuelven casi todas aquellas fuerzas que había dejado dispersas la crisis en el movimiento comunista internacional, más otras de la llamada izquierda social.

Quizá, esa sería la mayor contribución de Martínez Verdugo, al proceso de democratización, pero también la de mayor pavimentación para la llegada de muchos advenedizos y tránsfugas a la política de izquierda que con el paso del tiempo accederían a los cargos de representación política y administrativa.

Veamos, en el tiempo que le tocó a Martínez Verdugo dirigir al PCM, las disputas eran principalmente de orden ideológico y estratégico para sentar las bases del socialismo, no estaba al alcance el poder político, las ambiciones en el mejor de los casos se reducían a un cargo en el partido que tenía que complementar con ingresos propios.

Sin embargo, por el mismo proceso de liberalización política estas fuerzas paulatinamente fueron alcanzando espacios a través de la representación política en la federación, los estados y municipios. Aquello abrió las puertas y llegaron políticos de ocasión, que más allá de los ideales de la izquierda vieron su futuro personal. Estos estaban más allá de un proyecto de política de izquierda o peor políticos de la izquierda histórica se fueron burocratizando y las luchas populares se dejaron de lado para enfrentar las electorales y recibir sus presupuestos generosos.

Y algo de esa especie, es lo que vemos en la ruptura generada en la fracción de Morena en el Congreso del Estado, que es la ampliación de lo ocurrido al principio de la 63 Legislatura, con el tema del presupuesto del Gobierno del Estado, y otros desencuentros menores, pero lo que explica todo es no un proyecto para Sinaloa, o mejor dicho un proyecto para el estado siempre y cuando sea compatible con su propio proyecto personal y solo basta ver como se resolvió el tema del relevo de Graciela Domínguez, con dinero, punto.

Hoy los morenistas del Congreso del Estado se alinean en torno al Senador Rubén Rocha o en contra de lo que representa el ex Rector, es decir, no a favor o en contra de un proyecto sino de una figura del llamado neomorenismo - esa corriente perredizada que cuestiona el Alcalde de Mazatlán.

En esa ambición no importa mucho guardar las formas y que el homenaje a la figura de un histórico de la izquierda mexicana y mejor latinoamericana, pueda ponerse en entredicho pues para ellos, ese día, en esas horas, lo más importante era ¿quién debería presidir la Jucopo y el acto celebratorio? Graciela Domínguez o Cecilia Covarrubias.

Afortunadamente, de último momento se logró contar con la presencia de 22 de los 40 diputados con lo que formalmente se cumplía con la mayoría absoluta del Congreso, y el acto salió adelante, sin que se viviera una penosa cancelación por la falta de quórum legal y con ello tener que comunicárselo oficialmente a la familia de Arnoldo.

Hay que recordar, a esta izquierda que frecuentemente no tiene sentido de la historia y al parecer no parece preocuparle mucho, que las instituciones que han permitido que ellos estén gozando de una representación y sus prerrogativas de ley, se debió a políticos de la talla de Martínez Verdugo, gente que sufrió persecución, clandestinidad, tortura, prisión, marginalidad, pobreza, muerte.

Bien lo dijo Martha Luisa Recasens, esposa del sinaloense ilustre, que los gobiernos de la llamada Cuarta Transformación, mucho le deben a personas como Arnoldo, que bregaron en congruencia en los años difíciles, temerarios, de hacer política por los riesgos que implicaba en un Estado autoritario donde se conculcaban las libertades.

Así que estas mezquindades de las que hoy nos enteramos, y que Alejandro Sicairos relata en una de sus colaboraciones de esta semana, están fuera de foco de los mínimos de una izquierda con sentido de pasado y de sus personajes preclaros y claro, de una civilidad política a prueba de los malos humores de personajes que no tienen mucho que hacer en la política.

En definitiva, las diferencias que hoy existen en Morena parlamentaria, es un capítulo más de un proceso donde lo que importa es la posición que alcance y conserve cada uno de estos personajes que se subieron a la ola obradorista y les cambió la vida con beneficios que nunca pensaron tener a su alcance. Y como dice un clásico, “no hay cochi que suelte la mazorca”.