La fortaleza de la vulnerabilidad

Rodolfo Díaz Fonseca
23 junio 2020

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La pandemia nos ha herido (vulnerado) en lo más profundo de nuestro ser. La consecuencia más grave que nos puede ocasionar el Covid-19 no es la muerte física, sino la muerte social a la que hemos sido confinados. La amenaza del contagio es elemento disuasivo suficiente para evitar el contacto, aunque algunas personas hayan decidido no suspender sus fiestas, convivencias y vida social.

Sea como sea, este flagelo ha venido a corroborar nuestra indefensión y fragilidad. No obstante que nos sintamos orgullosos de los logros y progreso de la humanidad, debemos reconocer -como dijo Pascal- que el ser humano es grande y a la vez miserable.
Sin embargo, en ocasiones se nos enseña a ocultar nuestra vulnerabilidad y fragilidad. Se comenta que nos debemos mostrar fuertes, que si mostramos debilidad nos aplastan y se aprovechan de nosotros.
Es cierto, no debemos ser personas tímidas, retraídas y cobardes; no obstante, tampoco se debe olvidar que la fragilidad nos enseña el valor de la constancia, perseverancia, entereza y resiliencia. Pablo, en la Segunda Carta a los Corintios (12,10), afirmó esta verdad al expresar: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Manifestar nuestra fragilidad y debilidad es signo de autenticidad. Quienes aparentan tener la dureza de un viejo roble son personas que se resquebrajan al primer golpe. No se puede vivir en una apariencia de dureza emocional por mucho tiempo; hasta la propia naturaleza tiene sus ciclos y estaciones.
Dejar traslucir la sensibilidad y emociones no es signo de debilidad, sino de completa humanidad. Ni en las caricaturas e historietas hay personas invulnerables: a Superman lo debilita el contacto o cercanía con la kriptonita; la Mujer Maravilla pierde sus poderes si se unen sus dos brazaletes, por poner algunos ejemplos.
¿Obtengo fortaleza de mi natural vulnerabilidad?

 

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@rodolfodiazf