La fiesta de Navidad

Rodolfo Díaz Fonseca
24 diciembre 2019

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¡Hoy es Nochebuena y mañana Navidad! Los días previos nos dimos prisa para adquirir los regalos. El tráfico estaba imposible, largas filas de automóviles se formaban esperando el cambio de luz de los semáforos. Los peatones parecían impetuoso río que se desbordaba inundando las calles. Los vendedores informales acapararon las banquetas y espacios de las plazas para ofrecer sus productos. Todo fue nerviosismo, premura y agitación.

Esta celebración nos emociona y despierta en nosotros los más tiernos sentimientos. Pero, bastará desencadenar infantiles suspiros e insustanciales deseos de paz, armonía y felicidad? ¿Bastará que compartamos los más sorprendentes juguetes, dulces y regalos? ¿Será esto celebrar Navidad? ¿No estaremos convirtiéndola en pura vanidad?
El teólogo alemán Karl Rahner, en su libro El significado de la Navidad, dijo que transformamos esta fiesta en una tradición entrañable y piadosa: “Un abeto con lucecitas y regalos, los niños ilusionados, sones de música navideña.., esto es siempre muy bonito y emotivo”. Sin embargo, añadió, “la fiesta de Navidad no es poesía ni romanticismo pueril”.
El Papa Francisco subrayó que Jesús nos invita a un real cambio de vida: “En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante. En un mundo, a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda y el poner en práctica la voluntad de Dios. Ante una cultura de la indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de vida ha de estar lleno de piedad, de empatía, de compasión, de misericordia”.
¿Vivo el espíritu de la Navidad?

 

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