La era de las redes sociales y la ira
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Arturo Santamaría Gómez
santamar24@hotmail.com
La ira es una manifestación emocional. Ignoro qué sustancias químicas de nuestro organismo la producen, pero puedo, como ustedes, darme cuenta cuando alguien o algunos están poseídos por ella.
Cualquier ser humano puede tener momentos de ira en sus vidas. No creo ofender a los psicólogos cuando afirmo que tal conducta está latente en la condición humana. Habrá unos más propensos a ella que otros, pero eso no niega la posibilidad de que cualquier hombre o mujer la exprese en algún pasaje, efímero, corto o prolongado, de sus vidas.
No obstante que la ira es una expresión eventual o episódica de la condición humana, se convierte en un problema patológico cuando se establece de forma prolongada o permanente en los individuos y/o en la sociedad. Esto ya está sucediendo en la sociedad contemporánea o, por lo menos, es una marcada tendencia.
Habrá muchas variables que expliquen la ira social permanente o estructural, pero aquí solo mencionaré dos: el avance de la tecnología informática y la inteligencia artificial, por un lado; y por otro, la creciente desigualdad social.
La primera variable que aquí abordo la analizan con mucha inteligencia y profundo conocimiento de causa antiguos ejecutivos, ingenieros e investigadores de las empresas más importantes de la industria digital y la comunicación cibernética, tales como Microsoft, Facebook, Google, etc., a lo largo de entrevistas y conferencias que podemos ver y escuchar en un impactante y esclarecedor documental (con algunas escenas actuadas) que produjo Netflix, y que se intitula “The Social Dilemma”.
En él, quienes fueron altos mandos de las empresas mencionadas, nos dicen que a través de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial se está creando, o de hecho se ha creado, un nuevo orden social. Es decir, aunque esas empresas tengan dueños y expertos que las manipulan, las tecnologías que usan y están en constante desarrollo cobran, aunque parezca fantasioso decirlo, cada vez más autonomía, donde los algoritmos van estableciendo nuevas pautas de conducta o fortifican y/o recrudecen las ya establecidas en dimensiones antes desconocidas. El objetivo, dice uno de los personajes entrevistados, es apropiarse de la atención de las personas destruyendo las normas sociales establecidas.
Bueno, pues una conducta ya existente en los seres humanos pero que las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y las redes sociales han elevado a la ene potencia es la ira que se expresa en las redes sociales particularmente cuando se abordan temas políticos. ¿Y por qué con esta temática? Porque es la que tiene que ver con el poder, el cual es disputado por grupos y capas sociales con diferentes intereses e ideologías.
El anonimato y la distancia espacial con las que se polemizan en las redes sociales evidentemente empujan a amplios grupos humanos a descalificar, agredir, insultar, calumniar y odiar abiertamente a quien no piensa como ellos.
A la vez, como las nuevas tecnologías permiten que la mentira y la falsedad, ya existentes en toda lucha ideológica y política por el poder en cualquier etapa histórica, ahora se potencien a niveles nunca antes vistos, el odio y la ira se desbocan de manera incontrolable en la sociedad contemporánea. Por las características de las nuevas tecnologías nadie puede detener la creación de noticias falsas y la destilación de odio en las redes sociales.
Tal realidad se embravece aun más cuando se ahondan las distancias económicas, sociales, raciales, ideológicas y políticas en el mundo contemporáneo.
Jamás se había visto una sociedad con una elite inmensamente rica y poderosa, y por otro lado tanta gente pobre y desvalida.
En una sociedad de consumismo mórbido y exhibicionista en grupos muy selectos, y debajo de ellos masas carentes de satisfactores para una vida sana y digna, las disputas enconadas por tener gobiernos que representen y defiendan sus intereses son inevitables.
En el México de hoy en día, al margen del estilo de gobierno peleonero, centralista y personalista de López Obrador, el cual arroja leña al fuego, así como sus visibles errores e ineficiencias en la conducción de la economía, la salud y la seguridad del País desesperan a sus críticos, lo cierto es que el encono social y las disputas ideológicas y políticas tienen un tono muy subido porque el contexto así lo determina: la distribución del ingreso es brutalmente desigual y las oportunidades de ascenso social para las inmensas mayorías se redujeron sensiblemente en las tres últimas décadas. En una atmósfera de esta naturaleza, los que han salido ganones no quieren perder lo obtenido y los perdedores ya no quieren seguir descendiendo.
Así pues, la disputa por la Nación es intensa, polarizada y con atisbos de estallidos sociales. Pero hoy se manifiesta con un agravante: las nuevas tecnologías y las redes sociales hacen muy visibles los resentimientos, los odios, la ira y la mentira; y contaminan como nunca antes los debates, las polémicas y las luchas inevitables por el poder.
Así como el Covid-19 llegó para quedarse y tendremos que aprender a lidiar con él, las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y las redes sociales han creado nuevas realidades societarias con las que tendremos que convivir para bien y para mal, si no para siempre, sí por mucho tiempo.