La efímera Guardia Nacional en Sinaloa

Alejandro Sicairos
19 diciembre 2019

""

alexsicairos@hotmail.com

Gobernadores reclaman; Durazo amaga

Es un reclamo matizado como “reflexión” el que hizo el Gobernador Quirino Ordaz Coppel de frente al Presidente Andrés Manuel López Obrador, para que se envíen a Sinaloa más elementos de la Guardia Nacional, pero que se queden permanentemente aquí. Y fue un sablazo, directo, sin sutileza, el lanzado por el Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo Montaño, al recomendarles a los mandatarios estatales que no se “laven las manos” en el tema de la violencia.

En el lenguaje del poder cada quien habla de la inseguridad con idiomas distintos. Va a resultar muy difícil que se entienda que el Gobernador de Sinaloa le apostó bastante a la militarización de las tareas de contención del delito y que el nuevo régimen, por su parte, prosigue instalado, inamovible, en la idea de “abrazos, no balazos”. Y en medio de las dos visiones opuestas, la Guardia Nacional queda volando.

Quirino Ordaz se refiere a lo que le ofrecieron: crear la estructura física y tecnológica para la operación constante de la Guardia Nacional en Sinaloa; al tratar de trasladarle a los gobernadores una parte de la carga de la barbarie generalizada. Durazo acude al último reducto que utilizará una vez que las estadísticas de muertes violentas reiteran la rendición de las instituciones, igual o peor que en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

De Policía Militar a Guardia Nacional, a la gran fuerza pública federal que integran 150 mil elementos, se le acaba el tiempo para demostrar que es la panacea que devolverá la tranquilidad a los mexicanos. Y si algún laboratorio eficaz existe para comprobar tal fracaso de la súper policía planteada en el sexenio de Enrique Peña Nieto y concretada por la Cuarta Transformación, este es Sinaloa y más concretamente Culiacán y los sucesos del 17 de octubre que invirtieron la posición del Estado por encima de los criminales.

Ese día la Base Militar El Sauz, cuya edificación costó 800 millones de pesos en recursos públicos, albergaba a alrededor de 150 miembros de la Guardia Nacional. Si hubieran estado en la capital de Sinaloa al menos los mil 300 efectivos, que es la capacidad de alojo del complejo porque por cada vivienda es una familia, nunca la célula del narcotráfico que humilló al Gobierno habría logrado doblegarlo.

Es que una cosa fue la promesa que hizo Peña Nieto para convencer a Quirino Ordaz de que construyera el búnker castrense, ofreciendo que se alojarían allí en forma permanente los mil 300 integrantes de la entonces llamada Policía Militar, y otra la actitud del gobierno de López Obrador que trae a la Guardia Nacional de un lado a otro, apagando crisis de seguridad donde estas sucedan.

Nunca fue diseñada la GN como itinerante e inclusive el entonces Secretario de la Defensa Nacional defendió el proyecto para que se quedara en los estados a radicar, por eso se le dio forma a El Sauz. “Deben estar en el momento y lugar preciso donde la población se vea amenazada”, precisó en su momento el General Salvador Cienfuegos.

Pero todo acabó en una Guardia Nacional nómada. Es que mientras el Gobierno de la República carece de claridad en cuanto a la función de esta fuerza especializada, los cárteles del narcotráfico sí le tienen bien tomado el ritmo a los desplazamientos del cuerpo élite que creó AMLO para procurar la pacificación nacional. Un mínimo análisis de los hechos de violencia más impactantes revelaría que en ninguno de los casos ha habido la presencia suficiente de esta corporación y su regreso es después de la crisis de seguridad.

Culiacán es el mejor ejemplo. La célula del Cártel de Sinaloa que el “Jueves negro” salió a tomar la ciudad estaba perfectamente informada que la Guardia Nacional había sido retirada, por órdenes del Secretario Durazo para atender focos de conflicto en estados del centro y sur de México. También, al tomar de rehenes a familias de militares que habitan alrededor del cuartel de la Novena Zona Militar, los sicarios sabían que los soldados habían sido llevados a la región serrana a destruir los plantíos de mariguana y amapola.

Tal conocimiento de la realidad, que el narcotráfico posee más que el mismo Gobierno, es lo que anula cualquier proyección que se haya hecho sobre la eficiencia de la GN en labores contra la delincuencia. El Sauz y los 800 millones de pesos que costó, la estrategia federal de seguridad y sacar a los soldados de los cuarteles para que realicen acciones policiacas, no sirve si la Guardia Nacional nunca está donde se le necesita.

De no entenderlo así López Obrador y Durazo, la creación y acción de la Guardia Nacional será un fracaso mexicano más en el combate a la delincuencia. Al fallar el último y único aparato del Estado para hacerle frente a los criminales, la culpa y el problema volverá a los estados del país, tal como lo dejó entrever el Secretario de Seguridad Pública federal al advertirles a los gobernadores que “sobran circunstancias en las que uno quisiera lavarse las manos pero, o le atoramos juntos o fracasamos por separado”.

Reverso
A causa del terrible mal,
De un País dividido,
Acoplar no han podido,
Ni a la Guardia Nacional.

Saliva contra plomo
Los sinaloenses acabarían temblando si se ponen a descifrar los mensajes que emanaron de la 45 sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, realizada el miércoles en la Ciudad de México. En 2020 no variará ni un ápice la estrategia de López Obrador para el combate del crimen organizado. Seguirán las balas de saliva provenientes del Gabinete amloísta contra los proyectiles de plomo que dispara la delincuencia. Esta es la otra guerra, más sutil que la del hampa, entre los diferentes niveles de Gobierno que se avientan la bolita unos a otros.