La educación y el discurso del odio
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Investigador Titular del Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo Valladolid (CIINSEV)
Ángela Sierra (Cuadernos del Ateneo) señala que el siglo XXI se está caracterizando por la legitimación del odio desde el poder. Y si nos remitimos al discurso de Donald Trump, la sentencia es correcta. Desde el poderoso atril que representa la Casa Blanca, el magnate neoyorquino se ha encargado de construir un discurso de odio que ha dividido a la sociedad estadounidense y ha generado un escenario de racismo y xenofobia contra las minorías latinas que habitan en suelo estadounidense. No obstante, los alcances de su discurso no se circunscriben al territorio norteamericano. Su condición de ser presidente de la primera potencia económica, política y militar del mundo le confiere una posición excepcional. Y su discurso está siendo abrazado en varias partes del mundo por comunidades que comparten su cosmovisión neofascista. Los hechos ocurridos en El Paso, Texas, son un resultado directo de ese discurso. Trump se puede exonerar así mismo; pero él es uno de los responsables directos de esa tragedia. Y de paso aprovecha la situación, porque ahora pretende regular las redes sociales con el supuesto de acabar con los discursos de odio que se transmiten por esas vías. Lo anterior ya lo había planteado desde hace algunas semanas, y ahora aprovecha la coyuntura para avanzar en ese objetivo.
Estamos viviendo tiempos de odio. Y este está siendo diseminado en la sociedad global desde las más altas esferas del poder, puesto que cumple una función instrumental. El discurso de odio legitima la acción de gobierno -como en el caso de Trump frente a su base electoral-, y por ello se constituye en un instrumento recurrente en el discurso del gobernante. El problema es que el discurso de odio erosiona el tejido social y se llegan a cometer atrocidades como las que se tuvieron el pasado fin de semana en los Estados Unidos. El odio, como pasión humana, no se gestiona a través de la palabra, conlleva un sentimiento de agresión o en su defecto, de aniquilación del otro. Ahí reside el peligro del odio. Se busca destruir lo que se odia.
¿Qué hacer al respecto? Frente a este tipo de manifestaciones, la única instancia con la cual se le puede hacer frente es con la educación. No hay otra vía. Y desde las escuelas hay que hablar sobre el tema, y realizar actividades vinculadas a una educación en valores. Como señala Aguilar (2018), “el odio no desaparece por decreto, nada impide su retorno en las relaciones humanas”. Y menos si el odio es promovido desde el poder presidencial.
Así, como primera instancia, hay que conocer el fenómeno. Hay que recurrir a la lectura de los autores que han reflexionado sobre el discurso del odio. Así como las vías a través de las cuales se puede diseminar este tipo de discurso y las consecuencias que puede generar en la sociedad. Y posteriormente, educar en valores. Retornar a la base axiológica que nos dio sentido -en su momento- como especie humana. A valores como la solidaridad, la tolerancia, la igualdad y la justicia. O como diría un autor, hay que retornar a la valentía cívica para construir una sociedad donde todos formemos parte de ella, independiente de la condición social, económica, cultura, ideológica o religiosa de cada uno de los individuos que la conforman.
La respuesta del Estado ante este fenómeno -sobre todo en el caso de Europa- ha sido la regulación de las redes sociales. El 1 de octubre del 2017 en Alemania, entró en vigor la Network Enforcement Act, cuyo objetivo es combatir el extremismo en línea, y en Inglaterra se presentó en el mes de abril del presente año, una iniciativa por parte de la (ahora) ex Primer Ministro, Teresa May, para combatir la propagación en línea de discursos de odio y extremismos (Calcaneo, Mauricio; Nexos, 29 de abril del 2019).
En ese sentido, algunos analistas -como el caso de Calcaneo- han señalado que en México se debe iniciar la discusión sobre la materia, en aras de regular las redes sociales y atajar con ello el discurso de odio que se presenta en esas plataformas.
Una iniciativa de ese tipo es adecuada, puesto que las redes sociales son un espacio que sirve como caldo de cultivo para el fomento del odio, el racismo, la xenofobia, la homofobia o la misoginia. No obstante, esa vía podría coadyuvar en el propósito de atajar el discurso del odio en el ciberespacio, pero no lo elimina en el microespacio; es decir, en ese espacio donde se desarrolla la vida cotidiana de los individuos.
En ese microespacio en donde la escuela cobra una importancia vital, puesto que ahí se construye el futuro ciudadano.
En ese sentido, estamos ante otra lucha que se debe dar desde la escuela. Y debe estar acompañada de forma decidida por el Estado mexicano. Si llegamos al extremo de herir, dañar o aniquilar al “otro”, por su condición sexual, étnica, socioeconómica o religiosa, entonces estamos ante un fracaso de las instituciones que tienen la responsabilidad de construir la ciudadanía en un estado-nación. Por tanto, la responsabilidad del Estado es directa.
En el nuevo modelo educativo se habla de educar en valores, debido a la descomposición del tejido social en México luego de la violencia que ha sufrido el país en estos últimos doce años. La vía es correcta. Hay que fortalecerla, capacitando a los maestros para que se eduque en valores.
Estamos a tiempo para rescatar a nuestros niños de la violencia y del discurso del odio. La violencia no puede ser nuestro destino como sociedad.
La clave está en la educación.
Bibliografía consultada:
Calcaneo, Mauricio; (2019), “¿Se puede controlar el odio en las redes sociales?”, Nexos. Documento disponible en Internet en: https://eljuegodelacorte.nexos.com.mx/?p=9782
Sierra González, Ángela; (s/f), “Los discursos del odio”. Cuadernos del Ateneo. Documento disponible en Internet en: file:///D:/Usuarios/Downloads/Dialnet-LosDiscursosDelOdio-2604988%20(1).pdf