La edad de la novedad y frescura
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@rodolfodiazf
Hoy será un día diferente para los niños; debido a la pandemia los festejos serán muy reservados. Muchos, incluso, no tendrán derecho a dulces o regalos porque los comercios también han tenido que limitar el acceso a todas las áreas no esenciales.
Aun así, procuremos que todos los niños puedan esbozar una gran sonrisa compartiendo con su familia. Muy loable la iniciativa de algunas personas de recabar y distribuir bolsas de dulces y regalos para iluminar el día de los niños más pobres y necesitados.
La niñez es nuestra etapa más sagrada (incluyendo también la ancianidad, pues los adultos mayores se remiten a la edad inicial), de ahí que el mismo Jesús expresó que el pasaporte para entrar al Reino de los Cielos era convertirse en niño: “Yo les aseguro: si no cambian y se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3).
El filósofo español Miguel de Unamuno, en su libro Recuerdos de niñez y mocedad, indicó: “Qué edad, qué edad aquella en que todo es nuevo y fresco, en que se vive naciendo y en que con intuición virginal se traduce el nihil novum sub sole (no hay nada nuevo bajo el sol), por su parejo omne novum sub sole (todo es nuevo bajo el sol)”.
Rememorando el alborozo, entusiasmo y energía infantil, señaló: “Aquellos días en que dejaba en una percha la blusa hecha jirones, volvíamos a casa resudados, encendida la cara, brillantes los ojos, con algún cardenal en el cuerpo acaso, abierta la vista a la hermosura de la corteza de las cosas y cerrada el alma a la tristeza de su meollo, y cogíamos la cama para dormir como duermen los santos y los niños”.
¿Preservo esa novedad y frescura?