La economía en contexto

Juan de Dios Trujillo
13 marzo 2020

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Una de las cosas que se aprenden en el análisis macroeconómico es que las decisiones de política económica no son neutras, pueden conducir a la realización del propósito buscado, pero también pueden dar lugar a costos o efectos colaterales negativos. Lo cual implica valorar los beneficios frente a los costos, así como el rango (límites) bajo el cual son pertinentes. También requieren de tiempo para mostrar sus virtudes y pueden experimentar desgaste, perdiendo efectividad. Además, dependen del contexto: circunstancias de tiempo, lugar y del marco para la toma de decisiones. Hay medidas que funcionan bien bajo cierto contexto, pero no en otros.

De ahí que la toma de decisiones de política económica sea más cuestión de arte que de ciencia, aunque las decisiones tomen en cuenta los principios de la ciencia económica. Hasta cierto punto, la disciplina de la economía se parece mucho a la medicina. Las prescripciones médicas pueden sanar, pero también causar daños colaterales severos, dependiendo de las dosis aplicadas y de la persona, y dar lugar a resistencias y a la pérdida de efectividad. No todos los médicos son igual de buenos al tratar a los pacientes. No existe una economía para toda situación y país, y los mercados no funcionan del mismo modo en todas partes.

Esto viene al caso porque actualmente se está generalizando la convicción de que medidas de política monetaria convencionales (baja en la tasa de interés) y no convencionales (alivio cuantitativo para inyectar más dinero, por ejemplo) para hacer frente a la situación de caída en las tasas de crecimiento económico en economías desarrolladas no están siendo efectivas, de manera que ahora se esperan medidas de política fiscal más agresivas.

En este sentido, Paul Krugman (The New York Times, marzo 7 de 2020), está proponiendo, para Estados Unidos, un incremento permanente del gasto público de 2 por ciento del PIB, a través de inversión pública (infraestructura, investigación y desarrollo y atención infantil), aunque ello implique elevar la relación deuda/PIB hasta 150 por ciento, desde cerca del 100 por ciento actual. Debido a que las tasas de interés a largo plazo, por ejemplo a diez años, están en 0.76 por ciento. El dinero está tan barato que el servicio de la deuda no representaría un gran problema. Este nivel de tasas está por debajo de las tasas de interés pagadas por Japón durante su década perdida.

Las bajas tasas de interés a largo plazo, observa Krugman, indican que los mercados financieros están anticipando que la Reserva Federal de Estados Unidos (la FED) mantenga tasas de referencia cercanas a cero por largo tiempo. Lo cual indica que el mercado ve a Estados Unidos en estancamiento secular, con la economía en una trampa de liquidez (situación en la cual la política monetaria no tiene mucha tracción y pierde efectividad). En tal sentido, los mercados tienden a creer que esta es la nueva normalidad.

De acuerdo con Krugman, Estados Unidos ha estado en una situación de trampa de liquidez en ocho de los últimos 12 años. En tal contexto, los instrumentos de mayor efecto para incrementar la producción en la economía corresponden a medidas de política fiscal. ¿Por qué no poner en el centro un estímulo fiscal centrado en la inversión pública por largo tiempo?, se pregunta Krugman.

Adicionalmente, observa que hay fuerte evidencia de histéresis: la creencia de que la economía se mantendrá deprimida termina por hacer permanente el estancamiento. En una situación así, el gasto permanente en inversión pública se pagaría por sí mismo.

En la economía internacional ya está presente el riesgo de una depresión económica de gran magnitud, lo cual se ha reflejado en las bolsas y en inestabilidad de los tipos de cambio. México no podrá escapar a esas tendencias recesivas. En tal sentido, las preocupaciones respecto a la inflación y la estabilidad del tipo de cambio deben ceder importancia frente a la necesidad de evitar una contracción económica excesivamente profunda. Los formuladores de políticas económicas, monetarias y fiscales deben tener claro el contexto y el momento por el que están atravesando las economías global y la mexicana.