La ‘dieta paleo’ no es lo que te hicieron creer

Alberto Kousuke De la Herrán Arita
02 noviembre 2019

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alberto.kousuke@uas.edu.mx

La era paleolítica fue una época prehistórica que inició hace aproximadamente 12,000 años. Esta era coincidió con el fin del pleistoceno, un periodo geológico que duró 2.6 millones de años, y cuya conclusión estuvo caracterizada por grandes cambios climáticos que afectaron a las primeras sociedades humanas.

La imagen del humano paleolítico, es de un individuo con insuperables capacidades físicas, necesarias para sobrevivir en un mundo hostil y desconocido.

Actualmente, la gran mayoría de los mexicanos se encuentran con sobrepeso, enfermos, y luchando por mantener su salud. Nuestro estilo de vida moderno y la forma en que tratamos a nuestro cuerpo han tomado un mal camino.

Necesitamos regresar a una forma más perceptiva y natural de alimentarnos, pero ¿cuál es la correcta?

La dieta paleo, la cual se ha vuelto muy popular gracias a los “coach(es)” deportivos y nutricionales, es un plan de alimentación que se basa en el consumo de alimentos similares a los de la era paleolítica. Este plan se basa en el consumo de carne de res magra, pescado, frutas, vegetales, frutos secos y semillas; en otras palabras, alimentos que se podían obtener de la caza y la recolección, justo como lo hacían los humanos prehistóricos hace más de 10,000 años.

Seguido al pie de la letra, dicho régimen sería ridículo. Después de todo, los humanos de la era paleolítica tenían dificultades para encontrar alimento y algunos morían de hambre. Sin embargo, tomar como referente aquellos alimentos que permitieron a nuestra especie evolucionar y sobrevivir, tiene sentido, una dieta basada en nuestros requerimientos evolutivos.

Es aquí donde inicia el problema. Muchos antropólogos alrededor del mundo han dedicado su carrera a caracterizar la dieta de nuestros antepasados. A pesar de esto, la imagen que prevalece del hombre de las cavernas (paleolítico) es de un hombre fornido, cazador de grandes mamíferos, que complementaba su dieta con frutas y granos recolectados.

Si realmente queremos saber lo que nuestros antepasados comían, debemos de tomar en cuenta nuestro “canal alimenticio” y su mágica habilidad para convertir lo que comemos en nutrientes y energía.

El canal alimenticio inicia en la boca y termina en el ano. Aunque la mayoría de los canales toman el curso más corto entre un punto y otro, nuestro canal alimenticio es uno de los más largos. Entre más largo sea este canal, hay más trayecto para llevar a cabo la digestión y absorción de nutrientes.

La comida entra en la boca, donde es masticada y mezclada con saliva, la cual contiene algunas enzimas digestivas. Posteriormente llega al estómago, donde se digieren la mayoría de las proteínas. Después, sigue el intestino delgado, donde se digieren los lípidos y se absorben los carbohidratos simples. El último tramo de este canal es el colon (intestino grueso), donde todos los carbohidratos difíciles de digerir (ej: celulosa, presente en todos los vegetales) son degradados con la ayuda de la flora intestinal. Una vez que se absorbió todo lo que tenía que absorberse, la comida que alguna vez ingresó por la boca, termina saliendo por el otro extremo.

Este sistema evolucionó para proveernos la mayor cantidad de calorías y nutrientes posibles. El canal alimenticio es una obra maestra evolutiva.

Los carnívoros como los leones o jaguares tienen intestinos cortos y estómagos lisos y lo suficientemente grandes como para guardar y digerir grandes trozos de carne. Por otro lado, animales herbívoros tienen intestinos largos y estómagos con muchas vellosidades, las cuales alojan bacterias que les ayudan en la digestión de la celulosa presente en las plantas que consumen. Otros herbívoros prácticamente carecen de estómago y su intestino funciona como una fábrica fermentadora donde las bacterias digieren el alimento y producen ciertos nutrientes.

El canal alimenticio de los humanos se parece al resto de los primates como el gorila, orangután, y chimpancé. Su dieta consiste en frutas, nueces, hojas, insectos, y la ocasional botana hecha a base de aves y lagartos. Tienen la capacidad de consumir todos estos alimentos, sin embargo, el consumo de carne es raramente llevado a cabo. Los primates que más consumen carne, además de los humanos, son los chimpancés, y de toda su dieta, sólo el 3 por ciento corresponde a la carne.

La mayoría del alimento consumido por los primates contemporáneos, así como la de nuestros antepasados humanos, eran frutas y vegetales.

El humano paleolítico prosperó gracias a esta dieta, y probablemente, recurría a la caza de animales grandes cuando se requería (defensa o escasez de alimento). Cazar un mamut representaba un gran riesgo, es más fácil y seguro recolectar alimento.

Asimismo, nuestro cerebro, nuestra mayor herramienta, el órgano que consume el 25 por ciento de toda nuestra energía, evolucionó gracias a la disponibilidad de alimentos ricos en carbohidratos (frutos).

Si buscas una dieta saludable, nutritiva, y evolutivamente correcta, la dieta vegetariana es la mejor opción. Los humanos no evolucionamos comiendo tanta carne, ni ingiriendo bebidas o alimentos procesados.