La dieta del espíritu
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@rodolfodiazf
Muchas personas se preocupan actualmente por reducir su talla corporal, por llevar adelante una dieta eficaz que las conduzca a bajar de peso y de dimensiones. Sin embargo, no son tantas las que procuran seguir una dieta espiritual que les permita también controlar sus pasiones y apetencias.
Así como lo somatológico (el cuidado y cultivo del cuerpo) requiere de mucho cuidado, así también lo pneumatológico (el cuidado y cultivo del espíritu) necesita de innumerables cuidados y atención.
Si se desea bajar de peso corporal es fundamental abstenerse de ciertos alimentos y observar determinadas reglas y normas; de igual forma, si se quiere mantener una consistente energía espiritual es indispensable mantenerse lejos de algunos abusos y conductas inapropiadas.
Si es difícil mantener una figura y peso corporal adecuado, como complemento esencial de la salud física, imaginémonos cuán difícil es consolidar un espíritu sano, libre, independiente y honesto.
Es más, en ocasiones hablamos de que una persona posee una gran cultura enciclopédica, pero no reparamos en que la formación académica y científica no necesariamente consolida también la formación en las virtudes y la ética.
Juan Luis Lorda, en su libro Humanismo, los bienes invisibles, afirmó: “Nuestra vida espiritual crece con más lentitud. Vivimos mucho tiempo antes de que nos demos cuenta de lo que significa vivir. Cuando llega la madurez fisiológica -en la adolescencia-, el espíritu apenas está estrenando sus funciones: acaba de aprender a pensar en abstracto. Y, con frecuencia, la plenitud de la vida intelectual se alcanza cuando la vida biológica inicia su declive. Los sabios, en todas las culturas, suelen ser ancianos, aunque no todos los ancianos sean sabios”.
¿Sigo una dieta del espíritu? ¿Ejercito mi espíritu en la virtud? ¿Persigo la sabiduría? ¿Rechazo el acoso de mis defectos, vicios y errores?