La dictadura de la pantalla

Rodolfo Díaz Fonseca
19 marzo 2018

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@rodolfodiazf

 

El concepto de persona tuvo su origen en la palabra griega “prosopon”, que significa máscara, lo que se lleva delante de la cara. El término deriva de las representaciones teatrales, ya que los actores se cubrían con máscaras para personificar mejor al personaje que estaban interpretando. Además, como la máscara llevaba una abertura a la altura de la boca para que el intérprete emitiera los sonidos característicos del personaje, se dijo que era “per sonare”.

 

Esta etimología sirve de base para reflexionar sobre la costumbre que tenemos todavía de llevar máscaras, vivir de apariencias y no mostrarnos como somos. En ocasiones manifestamos grandilocuencia u otras cualidades apetecibles para sentirnos admirados y dejar “apantallados” a los demás.

 

Hoy, la dictadura de la pantalla cobra mayor rigor. Ya no nos regimos solamente por la pantalla del televisor y de los cines, sino de innumerables dispositivos que controlan nuestra vida. La cultura de la imagen suplanta a la mirada que debemos dirigir al otro. En esta era del consumo importa más la presentación que el contenido.

 

En el corazón de la videocultura siempre hay una pantalla pero no hay forzosamente una mirada […] Nos acercamos infinitamente a la superficie de la pantalla, nuestros ojos están como diseminados dentro de la imagen. Ya no tenemos la distancia del espectador con relación a la escena, ya no hay convención escénica”, dijo Jean Baudrillard.

 

Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser”, expresó Feuerbach.

 

Dan Brown, en su novela Origen, definió a los jóvenes como “a los expertos en cuestiones tecnológicas, a aquellos que prefieren contemplar pantallas en vez de sus propias almas”.

 

¿Me atrapa la dictadura de la pantalla? ¿Vivo de apariencias?