La detención de los capos, otra mirada a la inescrutable (in)seguridad
El cine de gran formato ha explotado siempre la enorme rentabilidad de esta imagen: los buenos ganan a los malos y necesitamos conductas heroicas para, al final, ser felices. El relato juega -cada vez más- con la manipulación y ruptura de los límites al ejercicio de los poderes de los buenos; si eres bueno, puedes romper los límites y, por ejemplo, torturar a los malos, siempre, se supone, por el bien común. El cine es un canal de reproducción de la hegemonía cultural que propone el relato: si estás del lado de los buenos, se vale romper la ley para hacer cumplir la ley. No se vale cuando estás del lado de los malos.
Quienes hemos escuchado a operadores de la seguridad, sabemos que este relato soporta, en mayor o menor medida, las prácticas cotidianas, muy probablemente en todas partes, sea cual sea el país del que hablemos. Si algo entendí inmediatamente cuando a mediados de los noventa comencé a visitar instituciones policiales por igual de Norteamérica, Sudamérica y Europa, fue esto. Los límites son maleables y el nombre del juego es saberlos usar; el abuso se puede usar si está “justificado” y siempre y cuando no se pierda el control del relato. Se puede perder el control del relato solo cuando, por ejemplo, el abuso queda a la vista a cielo abierto.
Bien entendido, la pregunta en el centro no es si los aparatos del Estado manipulan los límites, sino quién tiene el poder de contar la historia. Una vez que has entrado al mundo de la inescrutable (in)seguridad entiendes esto con enorme claridad; para que se den una idea del tamaño de la contradicción, sepan que, al interior de esas instituciones, especialmente inescrutables en torno al uso de la fuerza, todos los días pierden quienes tratan de tirar la barrera de la opacidad.
Los sistemas políticos regulan los márgenes de maleabilidad de las instituciones policiales y las fiscalías. Por encima del mandato legal está la encomienda política, por eso se dispone de la impunidad en grados diversos, hasta llegar prácticamente a grado absoluto en algunos de los más graves delitos, como sucede en México.
Me acompaña la frase de aquel experto francés que, en visita a México, afirmó: “la policía no es mejor ni peor que la sociedad que la crea”. Aplico el mismo principio al análisis de todas las formas del ejercicio de los poderes formales e informales. La construcción de la (in)seguridad no es diferente y por ahí podemos entender cómo se modela y tolera el desdoblamiento entre el ser y el deber ser; el soporte es político y social.
Así, sobreponiendo la encomienda política sobre el mandato legal, así se entiende mejor qué pasa cuando detienen a “los capos”. La hegemonía política hace lo necesario para imponer lo primero e invisibilizar lo segundo: si el capo cayó, lo de menos son las historias que hay atrás y que, gracias a esa hegemonía, nadie contará; o muy pocas personas lograrán contar, menos escucharán y prácticamente nadie cuestionará.
Que la política de drogas sea un completo fracaso, en sus propios términos, termina siendo un asunto menor. El juego, reitero, está en el control del relato. Y este, a su vez, está trenzado por poderes políticos y económicos que incluyen al aparato de seguridad civil y militar y cuya primacía en la definición del problema les asegura recursos sin fin. Esto se analiza muy poco y se discute menos: si las burocracias uniformadas y armadas, apoyadas por sofisticadas redes de cabildeo, llevan mano para definir el problema, serán ellas las que -supuestamente- lo pueden resolver, aún si jamás lo resuelvan. Otra vez, el tema es quién controla el relato.
Nuestras plataformas pedagógicas en seguridad ciudadana nos enseñan que mucha gente está desde harta hasta abiertamente resignada por las violencias, la delincuencia y la impunidad. Y cómo no, si vivimos tiempos en que, con el micrófono adecuado, sin costo alguno para sus intereses, los poderes formales e informales tienen garantizados recursos y dominio, aunque millones de personas de a pie vivan entre la barbarie.
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@ErnestoLPV
Animal Politico / @Pajaropolitico