La cuenta de la felicidad

Rodolfo Díaz Fonseca
05 marzo 2020

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rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf

 

La felicidad no es cosa de suerte. No te topas con ella por casualidad al dar vuelta en la esquina. No es una sorpresa que salta cuando abres una caja encantada. No se consigue al sacarse la lotería sin haber comprado un cachito. ¡No y mil veces no! La felicidad no sobreviene, la felicidad se construye.

En efecto, la felicidad no es cuestión de azar, sino que se va construyendo con cada decisión libre que la persona toma en la vida, como señala la anécdota de un hombre de 92 años que se quedó viudo y fue trasladado a una casa para ancianos.

Después de esperar varias horas en la recepción, sonrió gentilmente cuando le dijeron que su cuarto estaba listo. Mientras se encaminaban, le fueron describiendo su cuarto y él exclamó alborozado: ¡Me gusta mucho!

Perdone, le comentaron, pero aún no lo ha visto. Eso no tiene nada que ver -contestó-. La felicidad yo la elijo por adelantado. Si me gusta o no el cuarto no depende del mobiliario o la decoración, si no de cómo decido verlo. Mi mente ya está diciendo que me gusta el cuarto.

Ésa es una decisión que tomo cada mañana cuando me levanto. Puedo escoger entre pasar mi día enumerando todas las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que no funcionan bien, o puedo levantarme y dar gracias al cielo por aquellas partes que funcionan bien. Cada día es un regalo, y mientras pueda abrir los ojos me enfocaré en el nuevo día y todos los recuerdos felices que he construido durante mi vida. La vejez es como una cuenta bancaria: al final retiras lo que has depositado durante toda tu vida.

¿Decido ser feliz? ¿Espero que mi felicidad brote por azar?