La carta contra la 4T
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@JorgeGCastaneda
La carta de 41 legisladores norteamericanos a Donald Trump y a sus principales colaboradores, acusando al Gobierno de México de violar el espíritu del T-Mec en su política energética, constituye un buen ejemplo del enredo en que se ha metido López Obrador en toda la relación con Estados Unidos. No es un grupo de bajo calibre: incluye a dos senadores Republicanos de Texas, archi-conservadores, varios congresistas demócratas mexicano-americanos progresistas de California, muchos jóvenes y otros no tanto.
Los staffers de los firmantes hicieron la tarea. Reseñan varias medidas tomadas o anunciadas por el Gobierno mexicano, así como iniciativas de ley presentadas por Morena que, según ellos, ponen en riesgo la viabilidad y seguridad de las inversiones de empresas estadounidenses destinadas a fomentar y facilitar las exportaciones de energía -gas y gasolinas sobre todo- de Estados Unidos a México. Le piden a Trump que intervenga con López Obrador para “encontrar una resolución con el Gobierno de México para mantener las condiciones de mercado actuales que brinda el marco regulatorio de la Reforma Energética, junto con certeza y equidad para las empresas estadounidenses operando y compitiendo en México”. Ojalá hubiera legisladores en México que defendieran así a empresas mexicanas ante las autoridades norteamericanas (o mexicanas por cierto).
Lo que buscan estos legisladores es exactamente lo contrario de lo que persigue López Obrador. Él se propone revertir la reforma energética, de preferencia sin verse obligado a cambiar la Constitución, pero como ya lo dijo, modificándola si es necesario. Prefería un enfoque gradualista, de hechos consumados, regulatorio y administrativo, con la esperanza de que nadie se diera cuenta. Hasta ahora, había corrido con suerte en cuanto a esto último.
O más bien, le había salido bien la jugada. Los canadienses patalean, los japoneses hacen muecas, los europeos se rascan la cabeza con perplejidad, pero lo que cuenta, es decir, Estados Unidos, hasta ahora no ha entorpecido mayormente los planes de la 4T. Mientras AMLO le cumpla a Trump haciéndole el trabajo sucio con los migrantes centroamericanos, lo demás, al Mandatario estadounidense lo tiene sin cuidado. Los empresarios mexicanos que apoyaban a Trump, o que aún albergan la esperanza absurda de que puede ganar por considerar que podía ser un muro de contención contra López Obrador, se equivocan por completo.
No es que les crea del todo. Muchos de los que simpatizan con el republicano ultraderechista lo hacen por afinidad ideológica, no por un supuesto cálculo anti-4T. Disimulan sus simpatías pro-Trump en materia económica y “cultural” detrás de esa pantalla de “contención”. Pero en todo caso, en la realidad política norteamericana y en la relación de Washington con López Obrador, no hay tal contención.
Por eso, la carta de los legisladores permanecerá sin respuesta de Trump. Carecerá de consecuencias, salvo quizás una gestión burocrática del Embajador Landau ante Ebrard o Márquez. La idea de que Trump pudiera tomar el teléfono y hablarle a su colega mexicano para quejarse de la preferencia indebida de este por Pemex y CFE es inverosímil. Menos aún a 10 días de las elecciones o después de su derrota.
No sabemos qué hará Biden con la carta de los legisladores. Pero simplemente por sus años y los de Kamala Harris en el Senado, por su necesidad de buscar votos para sus proyectos en el Congreso, y por la diversidad de su agenda con México, es probable que le haga más caso a los firmantes que Trump. Y entonces López Obrador tendrá que decidir si quiere seguir adelante con su proyecto de reversión energética, sabiendo que puede violar el T-MEC, o desistir de sus sueños de ser un Echeverría supuestamente sin corrupción con Pemex como factotum de todo. Complicado.