Justicia, regalo a madres de desaparecidos. Con familias truncadas no hay 10 de Mayo
Acababa de celebrar su tercer Día de las Madres triste Sandra Luz Hernández cuando el 12 de mayo de 2014 la misma delincuencia que dos años antes le arrebató a su hijo Edgar García decidió acabar también con ella, para patentizar la impunidad que ha hecho viable durante décadas que el festejo trasmute a la aflicción y la tragedia. Hoy la celebración no es posible cuando en la memoria de México existe la huella despiadada de 95 mil mamás, alrededor de 5 mil en Sinaloa, que buscaron o buscan a víctimas de desapariciones forzadas.
Aquella tarde de mayo Sandra Luz acudía con una vidente que, según la recomendación de una tercera persona, le diría dónde encontrar a Édgar que desapareció el 12 de febrero de 2012 mientras laboraba como auxiliar de la oficina del entonces Procurador de Justicia de Sinaloa, Marco Antonio Higuera Gómez. Con pesquisas hechas para salir al paso hubo un detenido acusado del crimen que cortó de tajo la búsqueda de la madre, pero fue puesto en libertad al caerse la correspondiente carpeta de investigación.
Con ellas en las plazas, en las calles, en los páramos y en las morgues buscando a sus retoños, el Día de las Madres es un eclipse permanente de la esperanza. Nadie que no esté en igual situación podría imaginar siquiera el sufrimiento por la ausencia de los hijos sin saber dónde están, quién se los llevó y si se encuentran vivos o muertos. Todo está inconcluso, imperfecto, en tanto el Gobierno siga siendo el punto más ciego en las investigaciones ministeriales y de búsqueda de la verdad.
Este 10 de mayo continúan las madres y sus hijos extraviadas en la misma penumbra de fingimientos y negligencias por la ausencia de voluntad de los gobernantes federales, estatales y municipales, así como los afanes impulsados desde los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, para encontrarlos. Darles zapapicos y palas a las organizaciones de buscadoras es la mayor afrenta del Estado que no usa igual disposición para sustituir tales pertrechos por las herramientas de justicia necesaria y anhelada.
Es inconcebible inclusive la felicitación oficiosa si en esta lucha las madres aun van solas, sin instituciones, gobernantes ni sociedad solidarias. Alguna vez se les acompaña para atender una efeméride o cubrir las apariencias de la ocasión, y enseguida son abandonadas. Son tantas (el informe de abril de 2022 del Comité Contra Desapariciones Forzadas de la Organización de Naciones Unidas estimó las víctimas en 95 mil 121, con el 98 por ciento ocurridas entre 2006 y 2021) que configuran sin duda la crisis humanitaria que debiera dar lugar a la gran estrategia mexicana para abatir este apartado sombrío de la seguridad pública.
La Secretaría de Gobernación dio a conocer que a septiembre de 2020 seguían en situaciones de desapariciones forzadas 77 mil 171 personas en todo el País, vinculando el 90 por ciento de los casos a la actuación del crimen organizado. Desde el 1 de diciembre de 2018, cuando empezó el sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador, habían ocurrido 13 mil 821 casos y 4 mil 960 de estos en el período corrido de 2020. Sin embargo, más allá de medidas reactivas a los sucesos, el régimen autodenominado Cuarta Transformación tarda en darle forma al plan nacional de prevención y erradicación de las desapariciones, que significaría el mejor regalo a las madres en su día.
Las madres son la parte sensible más fundamental de la tragedia nacional de violencia desbordada y sin castigo. Hay una de ellas recibiendo el cruel impacto, ya sea como jefa de familia o víctima, en cada uno de los 110 mil homicidios dolosos perpetrados del 1 de diciembre de 2018 a febrero de 2022, y en los 3 mil 100 feminicidios cometidos en el mismo lapso. Es el recuento escalofriante que existe más allá de números asignados a los muertos y muertas.
Esto no debiéramos pasarlo por alto hoy. En tanto las instituciones y quienes las presiden tarden en darle un tratamiento humanitario a la parte donde mujeres mueren en vida porque les falta uno de los suyos en sus familias, en sus regazos, y la justicia es el mejor bálsamo para mitigar el dolor de madre, toda celebración se convierte en catarsis del miedo donde ronda el presentimiento de la desdicha propia con solo voltear a mirar la desgracia circundante.
Este 10 de Mayo el recuerdo de Sandra Luz Hernández y de tantas que se han ido sin conocer el paradero de sus hijos debe motivarnos a la indispensable alianza social en torno a ellas, unión de madres de desaparecidos, rastreadoras, buscadoras de tesoros perdidos, sabuesos guerreras, voces unidas por la vida u otras activistas cuyo desamparo resulta inadmisible al significar la angustiosa e indeseada espera de que alguien nos falte en casa para entender la dimensión de la crisis de seguridad pública y la lucha heroica y desventajosa que seguirá hasta encontrarles.
Cuando ustedes, madres heridas,
Sin descanso buscan a los hijos,
El Gobierno vive en guaridas,
Y la sociedad en escondrijos.
Con los avances importantes que ya tienen en la investigación del asesinato del periodista Luis Enrique Ramírez Ramos, la Fiscal Sara Bruna Quiñónez y los coadyuvantes federales en las indagatorias están emplazados a fortalecer y defender la acusación que formule el Ministerio Público para soportar la autoría y el móvil del crimen. Cortar de tajo las muchas hipótesis que flotan en la conversación pública será posible sólo con pruebas, trabajo pericial rotundo y mucha, bastante, confianza en lo que determine la Fiscalía General del Estado en este primer examen para que Sinaloa detenga la secuencia de impunidades en lo concerniente a ataques bestiales a la prensa a nivel nacional, embestida que ayer sumó a Yesenia Mollinedo Falconi, directora del medio digital El Veraz, y la fotógrafa Johana García Olvera, asesinadas a balazos en el municipio de Cosoleacaque, Veracruz.